Un hábito que se remonta a tiempos remotos y que ha sido fuertemente  combatido en las últimas décadas debido a los comprobados efectos  nocivos sobre la salud. Símbolo de masculinidad, superioridad social o  moda, el cigarrillo ha sido acorralado por leyes y campañas que buscan  disuadir a los fumadores.   Sin embargo, el tabaquismo en los adultos es casi una cuestión moral.  Podemos restringir la venta de cigarrillos, intervenir en su precio,  destinar lugares especiales para fumadores, prohibirlo en lugares  públicos y explicar hasta el cansancio su peligrosidad, pero la decisión  de abandonar o no el hábito entra en el marco de la libertad  individual.   Es oportuno señalar que existen dos tipos de fumadores: los activos,  que son quienes practican de manera efectiva el consumo de tabaco, y los  pasivos, aquellas personas que se ven obligadas a respirar el humo de  quienes fuman, ya sea por compartir la vivienda, el lugar de trabajo o  espacios públicos.   Los niños constituyen uno de los grupos de fumadores pasivos más  alarmantes puesto que mientras que un adulto puede decidir permanecer o  no en un lugar donde se fume, el niño no es capaz de evaluar con  exactitud la peligrosidad de un ambiente contaminado. Y si los mayores  no los preservan, los niños quedan expuestos a los agentes tóxicos  sueltos en el aire.   Una difícil realidad que se ha manifestado con fuerza en los últimos  años plantea el problema de los niños como fumadores activos. Los  especialistas advierten sobre este fenómeno presente en casi todo el  mundo, en especial en las ciudades más desarrolladas, y alertan sobre el  hábito del tabaquismo a temprana edad como primer paso hacia otras  sustancias adictivas.   “La reducción del consumo de tabaco en los jóvenes demandará el  esfuerzo conjunto de muchos: padres, hermanos, amigos, educadores,  minoristas, reguladores y otras compañías como la nuestra.(…) Nuestra  mercadotecnia no se dirige a los niños: los niños no deben fumar.”, así  lo expresa la tabacalera Philip Morris en su política de ventas, aunque  resulte increíble.    ¿Qué expresa el niño fumador? 
Es común ver al tabaquismo como un ritual de iniciación hacia la edad  adulta. En muchas sociedades primitivas los niños dejaban de serlo  cuando podían cazar, luchar o fumar. Y este concepto se ha mantenido a  través de los años. El niño fumador busca insertarse en el mundo de los  adultos y ser reconocido como superior por sus pares.   “Participar en deportes de equipo reduce las probabilidades de que  los niños fumen, pero no puede competir con la potente influencia del  tabaquismo en las películas. (…)Entre el 30 y el 50 por ciento de los  fumadores adolescentes atribuyen su tabaquismo a haberlo visto en las  películas.” Afirma Anna Adachi-Mejia, del Departamento de Pediatría del  Centro Hood.   El tabaquismo infantil es una realidad compleja que pone al  descubierto algunos de los asuntos que los estados dejan sin atención:  educación, salud, vivienda, familia, entre otros. La legislación  restrictiva por sí sola no soluciona este tipo de problemas. Son  necesarias políticas públicas a corto, mediano y largo plazo, que sean  capaces de revertir estos procesos.   Cifras que alarman 
En España se producen alrededor de 6,300 muertes de niños por el  síndrome de muerte súbita del lactante y se estima que el 4% de ellas se  deben a la exposición de los niños a ambientes contaminados por humo de  cigarrillo.   También los hijos de madres fumadoras presentan un 30% más de  probabilidades de contraer enfermedades respiratorias. Pequeños  fumadores pasivos que mueren cada año por los trastornos derivados del  tabaquismo en su entorno.   Una encuesta realizada por la Sociedad Española de Medicina de  Familia y Comunitaria demuestra que uno de cada cuatro fumadores cree  que el humo no perjudica a los niños, un 25% afirma que el humo no  produce infarto de miocardio y en el 56% de los hogares españoles hay al  menos un fumador.   En este contexto parece particularmente difícil erradicar el consumo  infantil de tabaco pues tienen ejemplos negativos al alcance de su mano,  a los que debemos sumar el constante bombardeo de imágenes desde los  medios, donde los que fuman siempre son exitosos, millonarios, bien  parecidos y felices.   Grandes corporaciones tabacaleras, sistemas de comercialización,  legislación permisiva y medios de comunicación, negocios turbios… una  batalla desigual cuyas únicas víctimas son los más pequeños de hoy y de  las generaciones que vendrán  |  
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