En el caso de los niños con discapacidades,                            también son muchos los perros que se educan con                            el fin de prestarles asistencia. A su lado, los niños                            desarrollan una fuerte voluntad de progreso, y se llega                            a establecer entre ambos una verdadera relación                            de afecto. El animal llega a cambiar la vida del niño                            por completo, le ayuda a superar los obstáculos                            cotidianos y le tranquiliza. La relación entre                            el niño y el perro se establece con mucha facilidad,                            porque el animal se acostumbra muy rápidamente                            a las necesidades de sus jóvenes dueños.                            La relación supone una gran ayuda para los niños                            con discapacidades y les ayuda a salir de su aislamiento;                            en estas relaciones, el perro también tiene una                            relación de medidador.
Los ejemplos que citamos no son los únicos:                            los perros también son de gran utilidad a la                            hora de atender a niños autistas, adolescentes                            con problemas, a jóvenes delincuentes, etc.
                         Para terminar, debemos dejar claro que el pero no tiene                            facultades para curar, y debemos por tanto, olvidarnos                            de que la presencia del animal pueda sustituir a los                            medicamentos. En ciertas situaciones, el perro puede                            ser de gran ayuda, puede calmar, ayudar a aliviar tensiones                            nerviosas y angustias, ofrecer confianza o ayudar a                            valorar más positivamente la vida. Como indica                            Manuel Núñez, un neuropsiquiatra entendido                            en el tema, "el animal nos hace bien porque despierta                            en nosotros emociones estimulantes, tranquilizadoras,                            y esto nos proporciona una sensación de afecto                            muy puro". En la conferencia Internacional de Ginebra                            de 1995 se llegó a las mismas conclusiones. "El                            animal no es un terapeuta, ni un psicólogo, y                            aún menos un psiquiatra. Pero en cambio, es un                            gran apoyo frente a la fobia y la angustia.
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