Es necesario hacer una revisión, una autocrítica que involucre a los padres y educadores de estos niños y niñas. Una revisión que contemple el análisis del porque de la existencia de ellos, una vida familiar carente, padres con una inexistente conexión con sus hijos, sobre exigencias académicas, presión social, motivos determinantes en el cómo los niños puedan ver y enfrentarse al mundo.
La mayoría de las veces bajo éstos rótulos hay una profunda expresión  de tristeza y un llamado de auxilio que generalmente no es escuchado,  siendo apaciguado con medicamentos “para controlar la conducta”,  haciendo oídos sordos al origen del problema y de alguna manera  potenciándolo con este rechazo. Por otra parte, no siempre inconsciente  la familia y los educadores, que bajo la escusa del rótulo “niño  problema” se permiten, de cierta forma, violentarlo con retos y  reprimendas, homogeneizándolo con el entorno, obviando cuál es la  verdadera labor, misión y función del por qué y para que elegimos  dedicar nuestras vidas a la educación.
El objetivo es entregar educación en valores por sobre contenidos que  debe preparar a los niños y niñas a enfrentarse al mañana, entendiendo  que la vida no es perfecta, que los altos y bajos existen, que la  perfección solo lleva a conductas obsesivas y errantes, que si hay  matices y estos nos humanizan, nos hacen personas que idealizamos,  queremos, y planeamos, en este camino de la vida tan bizarro, en el que  se requiere para poder avanzar, que se haga más entendible, próspero y  resiliente, con la ayuda de nosotros los educadores.
Está en nuestras manos no hacer a un lado lo distinto o difícil, sólo por tener estas características, son estos niños y niñas.
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