Creo que mi afición la despertó mi vecina Mari. Ella tendría unos 17  años cuando yo era bebé, y siempre estaba conmigo. Me ecantaba registrar  en su pequeño estuche de pinturitas...me encantaba cotillearlo todo y  sobre todo me encantaba el olor de aquel cofre de los tesoros.  Particularmente recuerdo esta cajita de rimel de Pinaud: 
No he podido encontrar ninguna foto de la cajita abierta, pero si  no recuerdo mal, creo que venía en dos partes: por un lado el producto y  por otro el bubillón para aplicarlo. Me fascinaba.
Mi  madre siempre me ha dicho que desde muy pequeña me pintaba los labios  perfectamente incluso sin espejo. Para alguien como ella, que nunca se  maquillaba, supongo que eso le debería llamar mucho la atención. A ella  nunca le importó que yo jugara a maquillarme, porque yo tenía muy claro  que eso era solo para jugar en casa, nunca para salir ni jugar en la  calle. Por eso me horroriza ver cosas como estas: 
 
 Pero  no me horroriza que a las niñas les guste ir así, porque como yo y  muchas otras niñas, se sentirán atraídas por las pinturitas por  imitación a sus madres, hermanas, tías o vecinas. Lo que me horroriza es  que las madres las inciten y las presenten a concursos de belleza. Hay  demasiado tiempo para ser adulta e ir maquillada y muy poco para ser  niña...pero eso es otro tema...
Ya en la  adolescencia mi madre, que me conocía, me vigilaba para que no me pasara  con el potingueo y fuera como una puerta al instituto. Mis primeros  cosméticos para uso real,
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