Los amigos imaginarios son amistades invisibles que tienen los niños y  algunos jóvenes, que los padres descubren cuando encuentran a sus hijos  compartiendo sus juegos o su comida con otro niño inexistente para  ellos. 
Uno de cada tres niños de tres a siete años tiene un amigo imaginario  que los otros no ven.  Esto no es algo que debe preocupar a los padres,  al contrario es un fenómeno que estimula la creatividad y ayuda al niño  a superar dificultades difíciles en su vida.  Sin embargo los padres  suelen consultar con un psicólogo cada vez que se les presenta esta  situación con uno de sus hijos, aunque al niño le haga bien.
La pregunta más común de los padres es si deben continuar aceptando esa fantasía o si deben tratar de que el niño la ignore.
Dado que todos los estudios científicos sobre este tema coinciden en  afirmar que este tema no es motivo de preocupación alguna, lo mejor será  seguirles la corriente y enterarse de sus conversaciones para poder  comprobar si se trata de una forma de compensación relacionada con  alguna carencia que esté sufriendo el niño, y no contrariarlo, ya que el  amigo imaginario se relaciona con la circunstancia que está atravesando  ese niño.  
Algunos investigadores afirman que casi todos los niños han tenido un  amigo imaginario en algún momento de su infancia pero que pudo haber  pasado inadvertido por los padres y que posteriormente tampoco los  mismos niños recuerdan.
Los niños no sólo pueden tener amigos imaginarios sino también  animales, magos o superhéroes imaginarios, de todos los tamaños y a  veces tan pequeños que pueden llevarlos en los bolsillos.
Los niños suelen considerar a sus muñecos o peluches compañeros  imaginarios, con quienes pueden mantener una conversación y darles una  identidad determinada.
Entre el 20 o 30% de los niños y jóvenes inventan un amigo  imaginario; y aunque sirven para superar contrariedades, los niños  maltratados o abandonados no los tienen, porque las experiencias  traumáticas suelen bloquear la creatividad y el gusto por el juego.
En 1895, Clara Vostrovsky de la Universidad de Stanford, conoció a  una joven que convivió con un grupo de amigos imaginarios hasta su  adultez.
Las personas que tienen estas experiencias saben que su amigo no es real y que sólo existe para ellas.
Es importante diferenciar un amigo imaginario de una alucinación  patológica producto de una psicosis, que en este caso se caracteriza por  ser atemorizante y persecutoria.
Un amigo imaginario en cambio,  se vive como alguien que ayuda y  defiende, puede ser transformado, cambiado y manipulado y decidir cuánto  tiempo va a durar.
Es curioso ver cómo estos niños suelen describir con mucho detalle  las características personales de sus amigos imaginarios, que por  supuesto también tienen nombre.
Un estudio realizado en la Universidad de Oregon dirigido por  Marjorie Taylor, dio como resultado que el 70% de los niños entre 5 y 6  años,  que tenían amigos imaginarios,  eran hijos únicos o primogénitos,  o sea niños que parecen empezar esa amistad porque se sienten solos. 
Otro estudio demostró que los amigos imaginarios suelen aparecer en  momentos de la vida en que se producen cambios importantes, como el  nuevo embarazo de la madre, el nacimiento de un hermano, o si uno de los  progenitores se ausenta del hogar por mucho tiempo.
Los amigos imaginarios también aparecen cuando los padres de un niño  se separan o cuando cambian de domicilio y los obligan a perder a sus  amigos.
Es evidente que los niños y también los jóvenes que tienen amigos  imaginarios compensan los sentimientos de soledad, pérdidas afectivas o  falta de atención.
Los niños imaginarios suelen desaparecer cuando el niño logra  relacionarse con otros niños o cuando se adapta a su nueva situación  luego de una pérdida.
Los ancianos pueden crear amigos imaginarios, principalmente cuando  se quedan viudos; fenómeno que aún no ha sido bien estudiado.
El psiquiatra Kenneth Shulman tuvo tres pacientes de más de ochenta  años que veían a sus cónyuges que habían fallecido, pero no deseaban  compartir esta experiencia con sus familiares.
Fuente: “Mente y Cerebro”, No.49/2011, “Amigos imaginarios”, Inge  Seiffge-Directora de psicología evolutiva en el Instituto Psicológico de  la Universidad de Mainz. 
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