Son pequeños tiranos,  niños que desde  pequeños insultan a los padres y aprenden a  controlarlos con sus exigencias,  hasta convertirse en una pesadilla  para ellos. Cuando crecen, los casos más  graves pueden llegar a la  agresión física. Este tipo de violencia contra los  padres, oculta por  la vergüenza y el sentimiento de culpabilidad de los propios   progenitores, comienza a ser un fenómeno cada vez más visible. Los  padres están  desbordados, no saben qué hacer con estos niños. Pero,  ¿por qué un niño es capaz  de agredir a unos padres que no son  negligentes? Estas conductas, ¿son fruto de  carencias educativas o  intervienen factores psicopáticos? ¿Son simplemente niños  caprichosos,  malcriados, a los que nunca se les ha negado nada, o existe un   trasfondo emocional en el que intervienen factores genéticos? 
La  mayoría de los expertos defiende la  primera teoría, pero otros  sostienen que los factores educativos no explican  todos los casos. En  familias no marginales, el origen de este trastorno no está  en los  padres, asegura Vicente Garrido,  psicólogo criminalista y profesor  titular de la Universidad de  Valencia: "Muchos de estos padres no son  permisivos, ni tampoco  negligentes, y no provienen de un contexto marginal. Son  de clase media  y se han ocupado de sus hijos. Otra cuestión diferente es si  podrían  haberlo hecho mejor", afirma Garrido, autor de un libro sobre la   materia: Los hijos tiranos. El síndrome del emperador.
El  elemento esencial del síndrome del  emperador es, según él, la ausencia  de conciencia: "No hay sentimiento de  vinculación moral o emocional,  ni con sus padres ni con otras personas o  instituciones", aunque a  veces pueden establecer lazos de amistad por  conveniencia. Excluye de  este síndrome a los niños que han vivido episodios de  violencia  doméstica, los que sufren esquizofrenia y también los malcriados, "que   tienen conciencia (los valores y creencias que utilizamos para guiar  nuestro  comportamiento y que está basado en esas emociones)".
¿Qué produce este síndrome?  Según  Garrido, son niños que genéticamente tienen mayor dificultad  para percibir las  emociones morales. La genética interacciona con el  ambiente, pero en algunos  casos su peso se hace sentir más, afirma.  "Por ejemplo, en el trastorno del  déficit de atención con  hiperactividad (TDAH),  sabemos que el componente  genético es muy importante y el ambiental lo  puede compensar hasta cierto punto.  En el síndrome es parecido".
"El  sistema nervioso de estos chicos",  continúa, "por alguna razón tiene  problemas para aprender las lecciones morales,  para sentir empatía,  compasión o responsabilidad. Y, como consecuencia de esto,  tienen  problemas para sentir culpa, una reacción emocional que sólo puede   existir sobre la base de que previamente me he vinculado con la gente.  Podré  fingir que lo lamento, pero en el interior a mí me da igual. Como  consiguiente,  hay una ausencia de conciencia".
Javier Urra, autor de otro libro (El  pequeño dictador)  y psicólogo de la Fiscalía de Menores del Tribunal  Superior de  Justicia de Madrid, discrepa de las tesis de Garrido: "La herencia   marca tendencia, pero lo que cambia el ser humano es totalmente la  educación,  sobre todo en los primeros años, en los primeros meses y  días, incluso antes de  nacer, es muy distinto si eres un hijo deseado o  no, si eres un padre relajado o  agresivo". En la etnia gitana,  explica, es imposible que un hijo pegue a su  madre, pero en España  "algunos psicólogos y pedagogos han transmitido el  criterio de que no  se le puede decir no a un niño, cuando lo que le  neurotiza es no  saber cuáles son sus límites, no saber lo que está bien y está  mal.  Ésa es la razón de que tengamos niños caprichosos y consentidos, con una   filosofía muy hedonista y nihilista".
La  violencia de estos pequeños tiranos  hacia sus padres proviene, según  Urra, de que a veces el padre maltrata  emocional, verbal e incluso  físicamente a la madre, y el chaval lo aprende.  "Coincido con Garrido  en que educar hoy en día es muy difícil; los padres  utilizan el modelo  microondas, cuando los buenos platos se cocinan a fuego  lento. Además  de no poner límites, los padres se pierden los primeros años de  vida  del niño. Los lóbulos frontales, donde está el área emocional, se   desarrollan en los tres primeros años de vida". Los casos más graves,  añade, son  los que llegan a la fiscalía: "Niños que golpean a la madre,  la ridiculizan,  hacen sus necesidades fisiológicas en el baño mientras  ella se ducha...".
El  factor clave a tener en cuenta para  saber si hay algo más que  carencias educativas es, según Garrido, si aparecen o  no rasgos de  personalidad psicopática, básicamente insensibilidad emocional,  falta  de conciencia, falta de empatía y ausencia de culpa. Cuanto más grande  sea  ese núcleo, mayor será la capacidad de violencia del niño.
Según  Javier Urra, si tienes un niño  pequeño que hace lo que quiere, que  piensa que todos a su alrededor son unos  satélites, que a los dos años  no ayuda a recoger los juguetes, que jamás se pone  en lugar del otro,  aprende que la vida es así y la madre es una bayeta que sirve  para ir  detrás de él. "Si eso no se frena, cuando tiene 16 o 17 años se   desborda: exige mucho dinero y cuando un día la madre dice no, no lo  tolera.  Lleva 17 años oyendo que sí a todo. ¿Cómo que no?, dice.  Entonces la  empuja contra la pared, le tira la comida a la cara, la  amenaza. En la fiscalía  hemos recibido de enero a septiembre del año  pasado 6.500 denuncias contra  menores, y eso que los padres casi nunca  denuncian. Denuncian los médicos o los  vecinos".
¿No se puede hacer nada con este  trastorno?  "La personalidad es difícil de cambiar, pero no el autocontrol",   afirma Garrido. Hay niños con bajas puntuaciones en humanidad,  insensibilidad  emocional y empatía, pero no son violentos porque han  aprendido a  autocontrolarse. Lo que se puede cambiar es la conducta.
El  hecho de que los hijos se vuelvan  agresivos contra los padres es  relativamente reciente y sólo aparece en  determinadas culturas, indica Miguel Ángel Soria Verde,  psicólogo forense y  profesor del Departamento de Psicología Social de  la Universidad de Barcelona.  "No es un tema patológico, sino que tiene  aspectos sociales y culturales que van  a facilitar esa agresividad". En  su opinión, sólo hay patología mental en el 10%  de este tipo de  agresiones. La mayoría de los llamados niños tiranos han sido  criados  sin límites familiares ni sociales. "Las normas no van con ellos", dice   Soria Verde. "Son niños difíciles de controlar, pero difícilmente  puedes decir  que un niño de siete años tiene la personalidad formada de  un adulto", sostiene.  Tampoco los ve como psicópatas en el sentido  estricto del término: "¿Cómo pueden  ser duros en casa y fuera unas bellísimas personas?".  Lo serían, dice, si ese  comportamiento se produjera en todos los  ámbitos, y no sólo en casa.  Normalmente, los niños van forzando los  límites que les ponen los padres para  poder encontrar los suyos. Si no  los encuentran, no los tendrán. A los niños, en  general, añade, se les  ha generado como motivación básica la idea de que tienen  derecho a  todo. No les enseñamos a frustrarles, en la escuela no les ponen nunca   un cero, y cuando pasa lo ven como un castigo del profesor, la culpa del  fracaso  personal siempre es del otro. Puede ser, continúa Soria Verde,  que el niño no  pueda expresar los sentimientos de otra forma que no  sea a través de la  violencia. Ante la misma situación familiar de  descontrol-sobreprotección, unos  niños reaccionan siendo muy  dependientes, otros aislándose. "Mi idea es que  previamente esos críos  tienen la sensación de que han sido dejados de la mano de  Dios. La  primera situación violenta es explosiva, ni los padres ni el crío mismo   se lo esperan, y cada vez recurre más a la violencia, va sofisticando  la  manipulación y acaba controlando a sus padres, hermanos e incluso  otros  familiares".Para Soria Verde, es difícil determinar si los rasgos  psicopáticos  de algunos niños tiranos "son la causa o el efecto". Cree  que la empatía también  se cultiva. "Son niños que no han aprendido a  respetar a los demás", dice.  Asegura que en su trabajo como perito no  ha visto niños de cinco o seis años con  rasgos autoritarios o  maquiavélicos. Cuando un niño agrede, es porque busca "una  sensación de  poder y dominio, no la violencia por sí misma". Donde haya afecto,   intercambio de experiencias vitales y comunicación, no se da esa  violencia,  asegura.
Garrido  discrepa en parte. Dice que  ahora se tiende a señalar a los padres  como responsables de todo, como si se  pudiera moldear a un hijo como se  moldea la arcilla. "Uno no puede hacer lo que  quiera con sus hijos. Si  fuera verdad sería el paradigma del conductismo  radical. Pero cada  niño tiene su temperamento, sus peculiaridades y sus  cualidades: la  educación no lo es todo", afirma. La vergüenza hace que muchos  padres  de hijos violentos lo mantengan oculto. Y cuando acuden a los   profesionales, tienen muchas veces la sensación de que se les  responsabiliza de  la conducta de sus hijos: temen que les digan que no  han sido capaces de  educarles.
Para prevenir el síndrome del emperador,   Garrido recomienda desarrollar la conciencia y la culpa, "que forman  parte de  nuestro patrimonio como seres humanos y que hemos sustituido  por la tolerancia  que, sin conciencia, no es nada". Aconseja estar  atento a los síntomas precoces,  establecer límites muy claros y no  dejar nunca de ejercer la autoridad. Conviene  enseñar desde la primera  infancia que los actos positivos, el altruismo, la  generosidad,  compensan: darles la oportunidad de sentirse bien por hacer algo   positivo. "Puesto que son niños con una imagen tan alta de sí mismos,  conviene  cultivar en ellos un ego positivo, de modo que puedan sentirse  superiores, no  por ejercer la violencia, sino por su actitud  constructiva".
¿Y qué hacer cuando tenemos un joven ya  asentado en este comportamiento violento?  Primera norma: no permitir que mande  el chico, los padres deben volver  a ganar espacio y proteger a los inocentes, en  ocasiones hermanos  pequeños, que son maltratados. Y, por supuesto, deben pedir  apoyo en  servicios especializados.
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