Una especialista asegura que no siempre el reclamo de los más chicos 
por un animalito responde a sus ganas de tener con quién jugar. Qué se 
esconde detrás
Es interesante reflexionar acerca del momento en que un niño le pide a
 sus padres que le compren (en general, suele ser) un perro. 
Pensar y evaluar este pedido antes de concretar la adquisición del 
animal permitirá discernir si la demanda está relacionada con un llamado
 de atención  por parte del niño, de necesitar que le dediquen más 
tiempo, más cariño, celos por el nacimiento reciente de un hermano, 
duelos, viajes de algún progenitor, etcétera. 
Cuando estos u otros temas se resuelven y se detectan a tiempo, suele suceder que no era tan necesaria  la  presencia de la mascota. Y que lo que se pedía tenía que ver con otra cosa.
Si aún así los padres consideran que la llegada del animalito va a 
beneficiar a la familia y al niño, convendría pensar sobre qué 
mascota se adaptaría mejor a la dinámica del grupo.
Existen varios animales atrayentes: gatos, peces, cobayos, tortugas 
y pájaros, entre los mas domésticos y que pueden convivir tanto en  una 
casa como en un departamento. Pero el perro, por su vitalidad  y
 capacidad de respuesta al estímulo, permite un mayor intercambio lúdico
 y afectivo, posibilitando quizás que un niño destrabe sus  
dificultades en la comunicación o logre soltarse afectivamente, sentirse
 más feliz,   mejorar su autoestima  al recibir por parte del perro el 
afecto (agradecimiento) por los cuidados y cariños recibidos, 
reconociéndolo como su dueño y necesitándolo a él.
Para traer una mascota a la casa seria aconsejable:  
1) que todos los integrantes de la familia estén de acuerdo.                                          
2) aclarar que una mascota no es un juguete o una cosa, sino que 
tiene vida y que hay que cuidarla, tratarla bien, alimentarla, 
etcétera.                                                                  
3) ponerse de acuerdo en repartir las distintas tareas que surgen del cuidado de un animal.        
4) que los padres supervisen que se cumplan estos cuidados, por la 
mascota y por el niño, ya que los chicos muchas veces tratan al animal 
como sienten que ellos son tratados, reproduciendo activamente lo que sufren pasivamente.
 Se desencadenan así situaciones de  abandono, o desinterés por el 
animal y sus cuidados, malos tratos y hasta agresiones que pueden estar 
dando cuenta del estado emocional del menor. Si esto sucediera, se 
recomienda consultar a un psicólogo especialista en familia o niñez
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