En
 pocas semanas, Manuelito rendirá un examen de admisión en un colegio 
donde sus papás quieren que estudie. Se quedará con una profesora amable
 -pero extraña al fin y al cabo-, quien le pedirá que dibuje a una 
persona (completita, por favor), que coloree (y ojalá no se salga de la 
línea), que salte en un pie (perfectamente, en lo posible) y algunas 
cosas más. Luego le pedirán que regrese otro día para jugar con un grupo
 de niños desconocidos, lo que le permitirá al colegio evaluar sus 
habilidades sociales. En medio de esto, Manuelito percibirá cierto grado
 de tensión en sus padres, aunque lo miren con una sonrisa de oreja a 
oreja. ¿Podemos pretender que el pequeño asuma sin estrés todo este 
proceso? 
Como 
cualquier profesional que enfrenta su primer día de trabajo en una 
empresa, con cierto temor e inseguridad, Manuelito sentirá lo mismo y no
 será tan ducho para ocultar -menos controlar- estos sentimientos, 
porque no tiene la experiencia de vida de un adulto. Por eso, para 
tratar de que todo se desenvuelva de la manera más tranquila posible, 
consultamos a profesoras de nidos y a psicólogas. He aquí sus consejos.
Cómo prepararlos
Para
 empezar, la psicóloga Silvia Ochoa aconseja: "No se les debe comentar 
nada acerca de una evaluación, porque eso podría bloquearlos. Conviene 
decirles: 'Estamos conociendo este colegio, los profesores quieren 
conocerte a ti, no saben cómo eres ni todo lo que sabes, por eso te 
harán preguntas. También tú puedes preguntar lo que quieras. Yo te 
recojo luego y vamos a tomar algo juntos'. Incluso hay símbolos que se 
les puede dejar (un anillo, por ejemplo), como señal de que sus padres 
están con él en el pensamiento".
Capacidad motora fina
Ya
 en el examen, tal vez la preocupación máxima de los padres sea la 
evaluación de la coordinación motora fina, es decir, la capacidad de 
recortar derecho por la línea o de hacer un trazo sobre la línea 
punteada. Y es lógico que se preocupen, porque a los 3 y 4 años un niño 
todavía encuentra dificultad en realizar estas tareas.
Como
 explica la profesora Patricia Quevedo, del nido Retama, el proceso 
natural supone que el niño desarrolle primero la coordinación motora 
gruesa (saltar, correr, etc.) y luego la fina: "Al inicio sus 
movimientos implican todo su cuerpo, no hay una segmentación de las 
partes del brazo, del tronco o de las piernas. Es através de una 
búsqueda lúdica y con sentido que desarrolla sus movimientos finos a fin
 de prepararse para la escritura. No podemos esperar que coja bien el 
lápiz si no ha jugado en campo abierto, pues sus movimientos serán 
torpes y descoordinados. Por eso es preocupante que se usen instrumentos
 de evaluación con algunas consignas incompatibles con la edad y etapa 
de desarrollo de los niños".
Pero ya que 
los colegios evalúan la capacidad motora fina tan temprano, los chicos 
deberán ejercitarse en ello. En este sentido, Quevedo recomienda darle 
un sentido a esta tarea pidiéndoles a los chicos cosas como: "Vamos a 
pintar el dinosaurio, pero no vale salirse de la línea porque al costado
 está la cueva grande donde él vive. ¿Qué más hay en el lugar donde 
vive?". Sin duda, así es más motivador colorear sin pasarse de la línea y
 la tarea adquiere sentido.
Evaluación integral
De
 otra parte, no debemos perder de vista algo que comenta la psicóloga 
Giuliana Brazzini, del nido Chiquitines: "Hoy en día los colegios dicen 
que le dan mayor importancia al aspecto emocional: independencia, cómo 
se relaciona con los demás, cómo se integran, juegan, etc.". Este es un 
dato importante y nos conmina a no sobrevalorar la motricidad fina ni 
obligar a los pequeños a hacer trabajo de mesa de una manera aburrida ni
 por mucho tiempo,  ya que hay otros temas que se evalúan.
En
 unos centros educativos, por ejemplo, se le da prioridad a la parte de 
conocimientos, en otros a la parte motora fina y gruesa, en otros a la 
emocional (habilidades sociales, desprendimiento del niño con sus 
padres, etc.) o a una combinación de estas cosas.
Asimismo,
 no olvidemos que muchos colegios evalúan a los padres por medio de una 
entrevista. "Les interesa saber si su perfil es compatible con el de las
 familias del colegio. También desean medir su grado de compromiso, pues
 la idea no es que deleguen la crianza a los colegios", comenta Teresa 
Bahamonde, directora del nido Kangurito.
Finalmente,
 sacúdase los nervios pensando que si su hijo no ingresa a un colegio no
 es porque tenga menos habilidades que otros. Todo lo que eso significa 
es que ese colegio no es el más apropiado para él o porque ese lugar 
busca otro perfil de escolar.
¿Cómo es el examen?
En
 el examen de admisión no es necesario que el niño resuelva todo 
perfectamente, porque será evaluado en distintas áreas para que 
demuestre en qué es bueno y qué le falta desarrollar.
Aunque el examen es diferente en cada colegio, hay temas comunes. Teresa Bahamonde, directora del nido Kangurito, nos comenta:
- Lenguaje: completar frases tipo "el niño se lava los dientes con su... (cepillo)" o decir analogías como "si como, dejo de sentir hambre; si tomo agua, se me va la... (sed)". También le pueden pedir que nombre los objetos de una foto o comente algo.
 - Motricidad fina: colorear sin pasarse de la línea, hacer un trazo sobre una línea punteada, pasar cuentas por un hilo de pescar, etc.
 - Motricidad gruesa: correr, dar volantines, saltar, parar cuando se indique.
 - Capacidad intelectual: dibujar una persona, mientras más elementos tenga, mejor.
 - Clasificaciones: separar figuras por colores, seleccionar soló las frutas de una bandeja llena de cosas.
 - Contar del 1 al 5 o más, asociando número y cantidad.
 - Habilidades sociales: jugar con niños.
 
Los padres pueden ayudar a sus hijos a prepararse en estos aspectos, pero sin saturarlos, porque eso sería contraproducente.
Según
 la educadora Patricia Quevedo, del nido Retama, tendrá mayores 
posibilidades de ingreso un niño que tiene una rutina familiar ordenada,
 colabora con tareas en casa, recibe el reconocimiento de la familia por
 sus logros, realiza sus propios proyectos a través de juegos, resuelve 
problemas dialogando, es alentado recibiendo retos para su crecimiento y
 amplía su espacio nuclear jugando con amigos del barrio y visitando 
familiares.
Un 
estilo de vida así hará que el niño -explica Quevedo- tenga mayor 
seguridad para quedarse sin sus papás una cantidad de horas, para 
participar de la entrevista con la profesora, y tendrá más habilidades 
para socializar con niños y seguir las consignas de los juegos.
Antes de perder la calma con los exámenes, reflexione si el colegio elegido es conveniente para su hijo. 
La angustia de mamá y papá 
Por
 lo general, cuando un niño no ingresa a un colegio, los padres no 
reciben ninguna explicación sobre los motivos. Entonces se angustian, 
sienten que el colegio de sus sueños se esfuma y empiezan a desconfiar 
de las habilidades de su hijo, cosa que él percibe y no le hace nada 
bien.
"Los niños 
se afectan porque sienten la angustia y porque los presionan a través de
 terapias innecesarias para que estén listos para el 'retest', que es un
 entrenamiento y no un aprendizaje natural ni progresivo", comenta 
Altica Martínez del Solar, directora del nido Little Villa.
"Para
 evitar esto, ayuda mucho elegir un colegio que se adapte a las 
necesidades de cada niño. Se debe priorizar este aspecto antes que temas
 de estatus o alta exigencia académica; si no, los niños podrían tener 
experiencias negativas que causen estrés y fracaso escolar", añade 
Martínez del Solar.
Hay
 muchos factores por los cuales un pequeño sale desaprobado. Como dice 
la psicóloga Giuliana Brazzini, del nido Chiquitines: "El niño puede 
estar ansioso, tocarle un chico que lo moleste, se puede sentir mal, 
etc. Por otro lado, si desaprueba en más de un colegio, sería bueno 
pensar si realmente esas opciones elegidas son adecuadas para el niño".
La
 directora del nido Alma Máter, Claudia Schiappa-Pietra, comenta que la 
angustia de los padres es tremenda porque la demanda de alumnos puede 
ser tres o cuatro veces mayor al número de vacantes que se ofrece. Y 
cuando esta angustia se transmite a los niños, ellos pueden manifestar 
cambios en la conducta, como comerse las uñas, llorar sin razón 
aparente, tornarse agresivos o sensibles y en algunos casos no controlar
 sus esfínteres.
De ahí la necesidad de que los padres tomen las cosas con calma. No ayuda estresarse, mucho menos estresar a los hijos. 
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