Prefiero  darte una propina porque he visto que todos los juguetes que te he  regalado han terminado hechos trizas. Esa era la frase que año con año  oía de boca de mi padrino de bautizo el día de mi cumpleaños. En efecto,  no podía argumentar nada a mi favor porque siempre tuve el deseo irrefrenable de ver qué tenían mis juguetes por dentro. A decir verdad, sólo los balones de fútbol se salvaron de estos procedimientos invasivos pero creo que todos los  niños tiene un poco de esta conducta en relación a sus juguetes. El  deseo de manipular y curiosear un juguete es inherente al niño y,  deberíamos decir al ser humano. En efecto, esta conducta  está muy relacionada al potencial evolutivo del hombre que es el único  animal, además de los primates que usa herramientas en su rutina diaria. Esto hace que su instinto lo lleve a analizar todo nuevo artefacto que encuentra, su  mente lo observa detenidamente, lo analiza desde todos sus ángulos y  forma una figura mental para luego clasificarlo en su psique.  Incluso, cuando ya ha visto para que sirve, trata de encontrarle un  segundo, y hasta tercer uso, para poder utilizarlo conforme se vayan  presentando sus necesidades.
 En este proceso, el niño aprende a desarrollarse con el entorno, es capaz de encontrar soluciones.
Por ejemplo, recuerdo que de niño, quería alcanzar una repisa de mis juguetes que se encontraba fuera de alcance y no tuve mejor idea que utilizar otros juguetes como base donde treparme. Los juguetes no sólo potencian el plano mental del niño, sino también el físico puesto que algunos juegos requieren mayor destreza que otros. Por ejemplo las paletas de tenis en los que la coordinación entre el ojo y la mano se debe perfeccionar en base a la práctica. Lo mismo ocurre con un balón de fútbol o una en que el niño lucha a diario por alcanzar un dominio de los mismos. No conseguirlo significa una fuerte caída o un tremendo golpe en el caso de la patineta y esto es un motor para el niño. A su vez, los juguetes, también influyen fuertemente el plano espiritual del niño. Los padres, deben enseñar a sus hijos que un juego, carece de sentido cuando se practica solo. Otros niños deben ser invitados a participar. De esta forma, el niño se hace más sociable y aprende el valor de las cosas y del sentimiento de comunión y solidaridad entre las personas.
Por ejemplo, recuerdo que de niño, quería alcanzar una repisa de mis juguetes que se encontraba fuera de alcance y no tuve mejor idea que utilizar otros juguetes como base donde treparme. Los juguetes no sólo potencian el plano mental del niño, sino también el físico puesto que algunos juegos requieren mayor destreza que otros. Por ejemplo las paletas de tenis en los que la coordinación entre el ojo y la mano se debe perfeccionar en base a la práctica. Lo mismo ocurre con un balón de fútbol o una en que el niño lucha a diario por alcanzar un dominio de los mismos. No conseguirlo significa una fuerte caída o un tremendo golpe en el caso de la patineta y esto es un motor para el niño. A su vez, los juguetes, también influyen fuertemente el plano espiritual del niño. Los padres, deben enseñar a sus hijos que un juego, carece de sentido cuando se practica solo. Otros niños deben ser invitados a participar. De esta forma, el niño se hace más sociable y aprende el valor de las cosas y del sentimiento de comunión y solidaridad entre las personas.
Los juguetes, conforme el niño va avanzando en su edad, van perfeccionándose. Esto hace que los niños pasen a un segundo nivel que es el de la abstracción. En  efecto, el niño se da cuenta que puede prescindir de un objeto físico  como juguete y más bien puede participar en juegos en donde él crea  personajes en su imaginación y los representa, incluso se anima  cuando ve que puede cambiar de roles según mande el juego. Otros niños  también participan y todo se hace muy divertido. Además, el niño adquiere la capacidad e improvisación y de inventiva.  Esto es fácil de verlo cuando salimos de paseo con el niño y no tiene  ningún juguete a disposición. Se las ingenia como sea para divertirse y  si hay otros niños cerca, éstos no dudan en unirse al nuevo  descubrimiento que ha traído el otro niño. Otra evolución dentro  de los juegos de los niños, es su interés por asumir roles típicos de  la sociedad de adultos, jugar a ser mayor. Esto podemos verlo  claramente en las niñas. Ellas se divierten mucho jugando a la familia y  a las visitas y es sorprendente ver cómo asimilan los papeles adultos.  Entre sátiras y maquillajes, van comprendiendo mejor los códigos de los  padres y de su entorno.
 Incluso, se le puede dar la vuelta al asunto y conocer los sentimientos de nuestros hijos a partir de sus juegos.  En efecto, en ocasiones, la forma en la que el niño trata a sus  juguetes, es la forma en que le gustaría ser tratado. Si vemos el esmero  que ponen en algunos de sus muñecos nos damos cuenta de esto. Cada uno  de ellos, tiene un lugar determinado en la habitación y el niño lucha  por mantener esa posición y a veces, los adultos caemos en el error de atropellar este derecho a la intimidad, cambiando de posición sus juguetes.  Un caso típico de la proyección de una conducta en un juguete, se da  cuando la pareja trae al mundo al hermanito del hijo. Las atenciones de  los padres para con el recién nacido, pueden despertar los celos en el  otrora hijo único, el cual a su vez puede proyectar en sus muñecos, cómo  le gustaría ser tratado por sus padres. Atención allí. Los padres,  deben estar atentos a los juegos de sus hijos, velar por su seguridad en base a enseñarles más que prohibirles ciertos juegos.  Por otra parte, los padres deben aprender de los juegos de los niños,  aprender a respetar su espacio y, por qué no, compartir juegos con  ellos. Nunca perder el espíritu de niño.
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