En octubre del año    pasado hemos tenido una serie de desgracias familiares. La más importante,    constituida por la muerte de mi suegro, fue motivo para largas charlas mi esposa,    mis hijos y yo.
 Antonio, así se    llamaba mi suegro, vivía desde hacía ya algunos años con    nosotros y con sus ochenta y un años resultaba ser la mayor de las siete    personas que vivíamos en la casa y murió muy rápidamente,    sin manifestar enfermedad, sin darnos tiempo a preparar nuestro ánimo    para este triste evento. Esto nos llevó a pensar cómo afrontar    el problema de dar la noticia a nuestros hijos y ayudarlos luego a superar el    dolor, lo hicimos como pudimos, ahora ya sabemos como afrontar una situación    como ésta. Entonces me di cuenta que casi siempre nos preparamos para    la muerte de un ser querido, pero no nos preparamos para ayudar a nuestros hijos    en este asunto. He aquí algunos consejos.
* Es importante explicar    en forma clara a nuestros hijos lo sucedido, No es bueno decir que la persona    fallecida se ha ido de viaje, ni decir que se ha dormido. Ambas afirmaciones    crean en los niños la idea de que esa persona retornará de su    viaje o despertará de su sueño. Se sabe además de algunos    niños que temen dormirse porque han identificado el sueño con    la muerte. No se debe temer al uso de palabras como "muerte" o "muerto"    que, en los niños mayores, darán una idea clara de lo que ha sucedido.
* No es bueno abundar en    detalles sobre cómo se produjo la muerte del ser querido, la explicación    debe ser breve y clara.
 * Se debe estar atento    y escudriñar los sentimientos de los niños ya que, los más    pequeños, suelen tener la sensación de ser culpables de la muerte    del ser querido. Se le debe explicar en forma clara que lo que ellos hayan dicho    o pensado no ha provocado la muerte del ser querido.
* Los niños, según    sus edades, entienden la muerte de diversas maneras. Por lo general los chicos    no entienden el significado de la muerte hasta los tres años. Entre los    tres y los cinco años suelen considerar a la muerte como un estado reversible    y temporal. Después de los cinco años entienden que la muerte    es un estado definitivo, pero hasta los diez años no creen que pueda    pasarles a ellos. Luego de los diez años suelen entender que la muerte    es un estado definitivo y que necesariamente todos llegamos a ella. Claro que    esto no es matemático y muchos de los niños que ya han pasado    por la triste experiencia que significa perder a un ser querido, suelen ser    muy adelantados en la comprensión de este fenómeno.
* Creo que no debe impedirse    que participen del velatorio y sepelio, aunque tampoco se los debe obligar a    participar de ello. En el caso de que ellos quieran hacerlo, se les debe explicar    con anterioridad lo que van a ver en ese momento. Al permitirles participar    de estos eventos les damos la posibilidad de experimentar la sensación    de una despedida definitiva. Nuestros hijos participaron del velatorio de su    abuelo, rezaron junto a su madre, y sirvieron de consolación a su madre    que también pudo ayudarles a ellos a entender tal situación.
* No debemos temer llorar    delante de nuestros hijos, ellos comprenderán y nos acompañaran    en el dolor, pero creo que debemos evitar las situaciones de gritos escandalosos    y signos de desesperación, pueden dejar en ellos una imagen sumamente    negativa y desesperanzada.
* Si los niños sienten    deseos de expresar su dolor, no debemos impedirlo. Quizás lo mejor es    ayudarles a que lo hagan comunicándoles que nosotros también compartimos    esa pena. Cuando el dolor no se exterioriza puede manifestarse de maneras no    conscientes (pesadillas, dificultades en la escuela, etc.)
* Los niños se sienten    mas consolados con un abrazo que con palabras sentidas.
* Si se tiene fe y se cree    en la vida eterna, la cuestión será más sencilla, menos    penosa. Porque esa separación definitiva, se transforma en la esperanza    de reunirnos con al persona amada al final de nuestros días en presencia    del Padre Eterno.
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