Qué raro suena oir decir que a alguien le gusta su trabajo. Tal  vez porque es un ideal que no siempre se cumple y, además, cuesta mucho  esfuerzo llegar a alcanzarlo.
Primero, la vocación… una palabra en desuso en todos los sentidos. Aquello que sientes que debes hacer, aquello para lo que sabes que sirves, incluso aquello que amas y que se convierte en uno de los grandes sentidos de tu vida. Para mí, siempre fue el estudio de la vida, por eso me metí en el mundo apasionante de la Biología. Pero no sería sino bastantes años más tarde cuando descubrí que lo mío era la enseñanza.
Cuando estás en el aula el cerebro bulle. Localizas en poco tiempo el potencial del grupo de chicos que tienes delante y comienzan las ideas… qué necesitan, qué se puede hacer con ellos, cómo motivarles, cómo sacar lo mejor de ellos. Es un trabajo arduo, porque supone implicarte con ellos, algo peligroso, según algunos. Para mí, supone un conocimiento más profundo que conlleva saber qué les mueve, qué desean, cómo quieren las cosas. Y a partir de ahí, el trabajo se adapta al objetivo: el aprendizaje voluntario y aprovechado.
Desde que ando por Twitter (qué tendrá, que siempre sale en mis posts) la mente se me está hiperdesarrollando a base de maquinar, probar, participar, compartir, con todos aquellos que también aman lo que hacen e intentan cada día hacerlo mejor. Y todo ese ánimo que se contagia al profesor, también pasa al alumno, que comprende que superarse cada día le ofrece satisfacciones, y no sólo por las notas, sino por lo que aprende a nivel individual.
Queda mucho que hacer en la escuela de hoy, mucho por cambiar, pero la clave está en el entusiasmo del profesor, en nuestra capacidad para proporcionar medios de conocimiento válido. Que ellos comprendan que son útiles, autónomos, listos… ¡fuera con las autoestimas bajas! Y a crecer, en positivo… ellos y nosotros, que aún no terminamos.
             
Primero, la vocación… una palabra en desuso en todos los sentidos. Aquello que sientes que debes hacer, aquello para lo que sabes que sirves, incluso aquello que amas y que se convierte en uno de los grandes sentidos de tu vida. Para mí, siempre fue el estudio de la vida, por eso me metí en el mundo apasionante de la Biología. Pero no sería sino bastantes años más tarde cuando descubrí que lo mío era la enseñanza.
Cuando estás en el aula el cerebro bulle. Localizas en poco tiempo el potencial del grupo de chicos que tienes delante y comienzan las ideas… qué necesitan, qué se puede hacer con ellos, cómo motivarles, cómo sacar lo mejor de ellos. Es un trabajo arduo, porque supone implicarte con ellos, algo peligroso, según algunos. Para mí, supone un conocimiento más profundo que conlleva saber qué les mueve, qué desean, cómo quieren las cosas. Y a partir de ahí, el trabajo se adapta al objetivo: el aprendizaje voluntario y aprovechado.
Desde que ando por Twitter (qué tendrá, que siempre sale en mis posts) la mente se me está hiperdesarrollando a base de maquinar, probar, participar, compartir, con todos aquellos que también aman lo que hacen e intentan cada día hacerlo mejor. Y todo ese ánimo que se contagia al profesor, también pasa al alumno, que comprende que superarse cada día le ofrece satisfacciones, y no sólo por las notas, sino por lo que aprende a nivel individual.
Queda mucho que hacer en la escuela de hoy, mucho por cambiar, pero la clave está en el entusiasmo del profesor, en nuestra capacidad para proporcionar medios de conocimiento válido. Que ellos comprendan que son útiles, autónomos, listos… ¡fuera con las autoestimas bajas! Y a crecer, en positivo… ellos y nosotros, que aún no terminamos.
     2     ene    
Ya se acabó el 2010. Un año redondo, en lo que a mí respecta y pese a la bajada de salario y al recorte de hora.
El año en que descubrí que la enseñanza era más que abrir un libro  por la página tal y copiar y hacer exámenes y… mucho más. El año en que  adiviné que existen personas que trabajan, idean, buscan e investigan  para darle a la educación de nuevo el papel que le corresponde.
El año en que visualicé el cambio… por fin me di cuenta de que  nuestros jóvenes pertenecen a una generación nueva, que gira rápidamente  en el devenir de un futuro que cada vez está más en el presente. Y yo  que pensaba que ya estaba todo inventado… pues no, no todo lo estaba, y  de hecho, ni me imaginaba que yo misma iba a ser protagonista e incluso  cronista del rápido movimiento de una nueva era. La tecnología nos gana  por puntos y nuestros hijos, los de los pulgares deformados por el uso  de los móviles, los que se angustian por el exceso de información, los  que sufren hiperactividad y déficit de atención mientras intentan  adaptarse a enorme velocidad a lo que los adultos les estamos  proporcionando, están inmersos en ella.
Y nosotros con ellos, aunque nos neguemos a verlo, aunque sigamos  asustados pensando que todo volverá a ser lo que era en cuanto pase algo  de tiempo… y no, atrás no vamos a volver. Los educadores nos  encontramos tan metidos en todo este cambio como los chicos, y o nos  adaptamos o morimos como tales. El fracaso escolar nos envuelve, porque  el éxito escolar está medido con raseros fuera de tiempo. Todo a nuestro  alrededor, todo en nuestra profesión, pide un cambio urgente, ya.
Por eso, profesores de todos lados de la geografía, y más allá, se  reunen a diario en redes sociales como Twitter o Facebook, poniendo en  común lo que se aprende a la par que se enseña. Y por eso cada vez hay  más eventos donde poder interactuar los unos con los otros, opinar,  presentar propuestas, conversar en petit comité para afianzarnos en los descubrimientos que poco a poco vamos haciendo a medida que abrimos los ojos.
Este año, las Jornadas Espiral fueron importantes para mí en ese  aspecto, como también lo fueron la Quedada Madrid y la GranaBFY10, dos  reuniones informales que no por eso dejaron de tener una relevancia  capital para los que allí acudimos. Porque entre las buenas vibraciones y  la ceremonia de compartir alimentos y bebida, se conversaba y se  compartía. Y es imposible que la cabeza no te dé vueltas escuchando a  José Luis Castillo (@jlcastilloch) hablar de evaluación con otra  perspectiva, o a Pedro Villarubia (@pvil) dándote la razón sobre lo  interesante que sería un cambio radical de las PAU.
No sólo es una reunión de amigos, donde hay un cariño y un respeto de  base, sino un puñado de profesionales de la educación que intentan  plasmar en la realidad algo que vemos en sueños. Y pienso que lo que en  realidad nos une es creer en que podemos hacer más que entrar en una  clase y abrir el libro por la página tal. Mucho más que decidir que un  niño vale o no vale (¿para qué, en qué, de qué?). Nos mueve la vocación,  la ilusión, quizá también la poca presencia que tenemos y lo poco  considerados que estamos… pero cada vez hay más interacciones, cada vez  hay más comunicación, más ideas y menos miedos. Son los chicos los que  nos levantan el ánimo, son esas quedadas que nos hacen percibir que  estamos en el buen camino y que ahí hay que seguir.
Año 2011, allá vamos!!!
PSD: Agradezco de corazón a mis compañeros y amigos de ambas quedadas  por su apoyo, su simpatía, sus aportes, su calidad humana y  profesional. Porque lo que he aprendido este año ha sido gracias a ellos  y a su compañía incondicional.  #quedadamadrid, #granaBFY10… hay que  hacer más.
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