Para  muchos padres está claro que el antiguo dicho “la letra con sangre  entra” no corre en estos tiempos. Sin embargo, la gran mayoría no sabe  que además del evidente repudio al castigo físico, distintos estudios  han comprobado que el castigo en general es perjudicial para los niños y  lo más increíble de todo, totalmente ineficaz.Según estudios hechos en  Chile, 1 de cada 6 niños sufre algún tipo de violencia por parte de sus  padres, incluyendo castigos físicos y verbales, y de ellos la mayoría  asume como algo razonable que así sea. Sin embargo, para la connotada  psicóloga infantil de la Universidad Católica, Neva Milicic, “es un gran  error aplicar cualquier tipo de castigo a los hijos, porque provocan  daños importantes en su desarrollo. El problema está en que los padres  creen que está bien castigar y decirle al hijo ‘como te sacaste malas  notas no vas al cumpleaños de tu amigo’, y no saben que no sólo eso es  dañino para los niños, sino que además no sirve de nada, porque los  castigos no son efectivos”.
El riesgo de castigar
En  Estados Unidos, distintos investigadores han concluido que los estilos  parentales coercitivos -es decir, aquellos padres que utilizan el  castigo como una forma de educar a sus hijos- se relacionan con  conductas de violencia y desadaptación cuando los hijos son  preadolescentes y adolescentes. Como señala Neva Milicic, “los hijos de  padres estrictos, también denominados Harsh Parents por las corrientes  de investigación norteamericanas, tienen una gran probabilidad de  presentar problemas conductuales y una marcada tendencia a involucrarse  en conductas de riesgo”.Según explica, los padres castigadores y  estrictos tienden a ser muy exigentes y al mismo tiempo muy poco  sensibles a las necesidades de los niños. “En general los papás  autoritarios son menos nutritivos para sus hijos, y eso acarrea  consecuencias muy importantes en la vida de ellos”, iindica.En general,  los niños criados en el estilo autoritario son más tímidos y tienen una  autoestima más baja en relación a los menores que han crecido en  ambientes más amorosos y acogedores.
Estrés y castigo
Gracias  a las intensas campañas contra la violencia intrafamiliar y el maltrato  infantil, los padres están mucho más conscientes del daño que provoca  en los niños. Por eso mismo, muchos evitan castigar físicamente a sus  hijos pero a cambio los sancionan privándolos de salir a jugar, de ir a  un cumpleaños o de ver televisión. Incluso, en opininión de Neva  Milicic, “hay literatura muy difundida entre los padres que avala el  castigo y el estilo coercitivo para sancionar a los hijos cuando no han  respetado una norma impuesta por sus padres”. Para la psicóloga, “este  aumento del castigo está muy influenciado por el alto nivel de estrés al  que están sometidos los padres. Muchos llegan a las ocho de la noche a  la casa, tan cansados, que tienen un nivel muy bajo de tolerancia para  atender a los hijos. Eso hace que ante cualquier error de los niños los  padres sobrerreaccionen y los castiguen más de la cuenta”.A su juicio,  el estrés de los padres hace que muchas veces ocupen términos  inapropiados para llamar la atención a sus hijos, y eso puede ser  demoledor del auto-concepto del niño. Por eso es importante dialogar sin  violencia, y al momento de sancionar no referirse al sujeto sino a la  acción, es decir, los papás no pueden decirle a sus hijos ‘eres  mentiroso’, porque lo indicado es que le digan ‘es muy malo mentir’.
La alternativa al castigo
En  el libro “A ser feliz también se aprende”, de Neva Milic, la psicóloga  explica que los padres deben tener claro que para educar y enseñar a los  hijos no es necesario castigar; aunque si es importante que los niños  aprendan que sus conductas tienen consecuencias y que debe tener alguna  sanción frente a los problemas que crea. Como se indica en el libro, “si  un niño rompe intencionalmente una planta (no accidentalmente), la mamá  puede expresarle su pena y decirle: “Me da mucha pena que hayas roto mi  planta y quisiera que aprendieras a cuidarla conmigo. Anda un rato a tu  pieza mientras yo ordeno, y tú reflexiona un poco, y después buscaremos  una manera de hacer una plantita nueva”.El objetivo es que los niños  aprendan por las consecuencias naturales de sus conductas. En lo  posible, explica Neva Milicic en su libro, “apenas esté en edad de  hacerlo, hay que preguntarle cómo podría arreglar la situación en que ha  fallado y cómo podría evitar que le sucediera en el futuro”. La  diferencia, como explica la profesional, “es que en el castigo el niño  paga su culpa, pero no hace propósitos para el futuro ni repara su  falta. La idea es que no hagan las cosas por miedo, porque eso pierde su  efectividad en cuanto la persona que ejerce el castigo desaparece”.
"Privación de privilegios"
Cuando  los niños tienen claro cuál es el tipo de conducta que sus padres  esperan de ellos, es importante que entiendan que deben cumplir con  ellas. Por ejemplo, si un niño sabe que debe hacer sus tareas entre las  cuatro y las cinco de la tarde y no las hace porque a esa hora prefirió  jugar al computador, tendrá que hacerlas a las seis o a las siete,  aunque a esa hora estén dando su programa favorito. Esto es lo que se  conoce como privación de privilegios, que a juicio de Neva Milicic es  muy distinto al castigo.Esta privación de privilegios no es más que la  consecuencia que el niño provocó, porque si hubiera hecho su tarea en el  momento debido, podría haber visto sin problemas su programa de  televisión. Según las últimas investigaciones esta es la medida más  efectiva, porque conduce a la autodisciplina, que debería ser la meta de  todo sistema educativo.Según explica la psicóloga, para enseñar a los  hijos a ser disciplinados, a obedecer, a respetar y a cumplir con lo que  se espera de él, es fundamental que los padres promuevan normas y  límites democráticos, y a enfrentar los errores que cometan con  tranquilidad y cariño.

No hay comentarios:
Publicar un comentario