viernes, 2 de marzo de 2012

LOS JUEGOS Y EL NIÑO


El juego es una actividad intrínsecamente satisfactoria que los niños realizan por pura diversión.
El juego sensoriomotor comienza muy pronto y se desarrolla más o menos en la misma forma en todas las culturas. Los bebés progresan de jugar con sus propios cuerpos (por ejemplo, chupando sus pulgares), a manipular objetos externos como sonajeros y animales de peluche, hasta el juego funcional completo. Así, un niño de 12 meses está más inclinado a descolgar y colgar un teléfono de juguete que a chuparlo o golpearlo.
Quizá el progreso más emocionante en las actividades de juego es el surgimiento del juego simbólico a los 11 a 13 meses de edad. Los primeros episodios de “simulación” son muy simples, en ellos los bebés fingen realizar actividades familiares como comer, beber o dormir. Pero de los 18 a 24 meses, los niños simulan realizar actos múltiples en una secuencia significativa. También pueden coordinar sus actos con las de un compañero, y practicar juegos sociales como imitarse entre sí o cooperar para lograr una meta. Los padres pueden estimular este desarrollo proporcionando a los niños que ya caminan una base segura de afecto y representando dramas con su hijo. Los padres suelen responder a sus hijos con juegos que están en el mismo nivel cognoscitivo o en un nivel un poco superior que el de sus hijos.
El juego simbólico florece a los dos años, cuando los niños ya caminan y pueden usar un objeto (un bloque) para simbolizar otro (un coche) y utilizar el lenguaje de forma creativa para construir mundos de fantasía.
El juego simbólico se socializa y se complica cada vez más entre los dos y los cinco años.
¿Qué beneficios proporciona el juego?
Desde el punto de vista intelectual, el juego proporciona un contexto para comunicarse mediante el lenguaje y usar la mente para fantasear, planear estrategias y solucionar problemas. A menudo, los niños muestran habilidades intelectuales más avanzadas durante el juego simbólico que cuando realizan otras actividades, lo que indica que el juego estimula el desarrollo cognoscitivo. Los niños en edad preescolar que participan en una gran cantidad de juegos simbólicos se desempeñan mejor en las habilidades de lenguaje y creatividad que los niños que simulan con menos frecuencia. Para tener éxito durante la simulación de un juego social, los niños deben adoptar roles diferentes, coordinar sus actividades y resolver cualesquiera disputa que pueda surgir.
Por último, el juego puede estimular un desarrollo emocional sano al permitir a los niños expresar sentimientos que los molestan o resolver conflictos emocionales. Las resoluciones mediante el juego de estos conflictos emocionales pueden contribuir de manera importante a la comprensión por parte de los niños de la autoridad y de los fundamentos que subyacen a toda regla que deben seguir.
Por lo tanto, aunque los niños jueguen porque es divertido, los jugadores contribuyen de forma indirecta a su propio desarrollo social, emocional e intelectual, a la vez que disfrutan con ello.

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