Todas y cada una de las células de nuestro cuerpo tienen  estrechamente regulados algunos aspectos como el crecimiento, la  interacción con otras células y hasta su ciclo vital. El cáncer ocurre  cuando un tipo determinado de células pierde estos mecanismos de control  normales y empieza a crecer de una manera que el cuerpo ya no puede  regular. Los distintos tipos de cánceres tienen signos, síntomas,  tratamientos y pronósticos diferentes, dependiendo del tipo de células  implicadas y del grado de crecimiento celular incontrolado.
¿Qué es el cáncer?
Todos los tipos de cáncer, incluyendo los que se dan en la infancia,  tienen un proceso patológico común -las células cancerosas, al crecer  descontroladamente, adquieren tamaños y morfologías anómalos, ignoran  sus límites habituales en el interior del cuerpo, destruyen células  vecinas y, a la larga, se pueden acabar extendiendo a otros órganos y  tejidos (lo que se conoce como metástasis). A medida que el cáncer se va  extendiendo, consume cada vez mayor parte de los nutrientes que  necesita el cuerpo para funcionar. El cáncer consume la energía del  paciente, destruye órganos y huesos y debilita sus defensas contra otras  enfermedades.
Afortunadamente, el cáncer infantil es relativamente infrecuente,  afectando en EE.UU. sólo a aproximadamente 14 de cada 100.000 niños cada  año. Considerando todos los grupos de edad, los cánceres más frecuentes  en la infancia son la leucemia, el linfoma y el cáncer cerebral. A  partir de los diez años, también hay una mayor incidencia del  osteosarcoma (cáncer de huesos). Cada tipo de cáncer afecta a distintas  partes del cuerpo, y sus tratamientos y tasas de curación también son  diferentes.
Los factores que desencadenan el cáncer en los niños no suelen  coincidir con los que lo pueden desencadenar en los adultos, como el  hábito de fumar o la exposición a toxinas medioambientales. En contadas  ocasiones, los niños que padecen determinados trastornos de origen  genético, como el síndrome de Down, pueden tener un riesgo más elevado  de desarrollar cáncer. Asimismo, los niños que se han sometido a  quimioterapia o a radioterapia debido a un cáncer previo también pueden  tener un riesgo más elevado de desarrollar otro cáncer en el futuro. De  todos modos, en la mayoría de los casos, los cánceres infantiles se  desarrollan a raíz de mutaciones (o cambios) no heredadas en los genes  de sus células en proceso de crecimiento. Puesto que estos errores  ocurren al azar o de forma impredecible, actualmente no hay manera de  prevenirlos.
Es posible que el pediatra de su hijo le detectara algunos de los  primeros síntomas del cáncer en alguna revisión periódica. De todos  modos, muchos de estos síntomas (como fiebre,  ganglios linfáticos inflamados, infecciones frecuentes, anemia o moretones) también son propios de otras infecciones o trastornos  distintos del cáncer. Por este motivo, no es nada raro que tanto los  médicos como los padres sospechen otras enfermedades propias de la  infancia cuando aparecen los primeros síntomas de cáncer.
Una vez recibido el diagnóstico de cáncer, es importante que busque  ayuda para su hijo en un centro médico especializado en oncología  pediátrica o en el tratamiento del cáncer infantil.
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