Qué madre o padre no ha pasado por aquellos momentos donde los hijos se quejan de todo, se enojan, no quieren jugar con nadie o se desconcentran fácilmente a la hora de estudiar. Los notamos un poco “tristes” pero al día siguiente o al cabo de unos días, esa tristeza desaparece.
Y es que, es casi seguro que muchos niños alguna vez en su vida han han tenido un episodio de tristeza, sin embargo, cuando esa conducta o estado anímico persiste por varias semanas, aunado a otros síntomas como disminución de la vitalidad, alteraciones en el sueño y la alimentación, podemos estar frente a un trastorno: la depresión infantil.
Hasta hace poco, no se sabía mucho del tema, es más, no se admitía la existencia de la depresión infantil, pero hoy en día se sabe que sí existe y además tiene síntomas comunes a la depresión en los adultos, pero con manifestaciones diferentes que pueden ser observadas a través de la conducta.
Los factores que desencadenan la depresión son complicados y normalmente varían de un niño a otro, siendo algunos de ellos, los factores biológicos y genéticos, los ambientales y los psicológicos; generalmente, el origen de la depresión incluye una combinación de todos estos factores que actúan de manera simultánea.
Según los expertos, la depresión es causada por un desequilibrio en determinados neurotrasmisores del cerebro (por una reducción en los niveles de serotonina, norepinefrina y dopamina). Sin embargo, es posible que este desequilibrio sea motivado a la vez por factores ambientales, es decir, determinados acontecimientos en la vida del niño, que sobrepasaron los sus propios recursos de afrontamiento: (Ej. Divorcio de los padres, pérdida de una mascota, fracaso escolar, rechazo de los amigos, muerte de un familiar, una enfermedad, etc.).
Ente algunos de los síntomas observables que pueden alertar a la familia, para intervenir a tiempo, tenemos: la tristeza, irritabilidad, anhedonia (pérdida del placer),sentimiento de culpa, lloran con facilidad, falta del sentido del humor, sentimiento de no ser querido, baja autoestima, asilamiento, cambios en el sueño, pérdida de apetito, hiperactividad, pensamientos suicidas que pueden develarse el frases tales como “estarían estuvieran sin mi” “mejor no hubiera nacido” etc.
Si sospecha que su hijo puede estar presentando alguno o varios de los síntomas mencionados, no ignore los síntomas, por el contrario, dedíquele un tiempo especial, creando un ambiente cercano y de confianza.
Esté atento a los mensajes detrás de la conducta, es decir, si lo escucha decir constantemente “no sirvo para nada”, “soy un tonto” etc,, sea curioso y hágale preguntas sobre sus sentimientos y pensamientos.
Ayúdelo a disfrutar de las cosas que le brinda la vida; programe salidas, muéstrese de buen humor, etc. Los niños con depresión, tienen una percepción sesgada de la realidad donde todo lo ven de la misma manera, por lo tanto nada les parece divertido.
Frente a la mala conducta sea firme y amable al mismo tiempo. Antes de corregir, conéctese emocionalmente con su hijo, muéstrele abiertamente su cariño con palabras y acciones.
Motívelo sin adularlo. Ayúdelo a fijarse metas realistas y anime constantemente sus pequeños pasos y grandes progresos.
Evite etiquetarlo con mensajes absolutistas como: “eres un malcriado”, “nunca me haces caso, en vez de eso hágale preguntas que inviten a la solución de problemas “Qué” y “Cómo”, “¿Qué podrías hacer para…? ¿Cómo harías…? ¿y qué más?”, converse con él, rebata sus ideas y creencias irracionales.
Y por último, busque ayuda y apoyo profesional de inmediato. Un diagnóstico temprano puede marcar la diferencia en el tratamiento y curso de la enfermedad.
Siempre es bueno recordar la importancia de la familia en la vida del ser humano, mucho más en el caso de los niños y adolescentes, es por ello que debemos PREVENIR. ¿Cómo? Pues desarrollando en nuestros hijos factores protectores que los ayuden a sobrellevar situaciones difíciles en la vida, afrontar problemas y manejar de manera adecuada las frustraciones. Es decir, propiciar un clima de confianza a través de una disciplina positiva que estimule la comunicación, respeto mutuo y amor entre sus miembros.
“Cuando sientas tristeza o disgusto por algo que ha pasado acuérdate de las cosas buenas y no pierdas nunca la ilusión por ti mismo”
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