A partir de los cinco años los pequeños son más conscientes de su
diferencia de género. Centran su atención en el rol con el que se
identifican, y algunos exageran los atributos que se relacionan con su identidad sexual para diferenciarse del otro.
Es una etapa de rosas, princesas y muñecas para ellas. Y de coches,
balones y bolsillos llenos de bichos para ellos. La tendencia
permanecerá hasta los 14 ó 15 años.
Todo influye
Los psicólogos creen que el impulso hacia lo femenino
o lo «masculino» es consecuencia de lo que ven y oyen en casa, en la
tele, en el cole... Antes de nacer, la mayoría de los padres decoramos
el cuarto del pequeño de un determinado color o le compran ropa en una
tonalidad u otra dependiendo de su sexo. Las concepciones sociales de lo que es un hombre y una mujer influyen a los pequeños desde los primeros meses.
Después vendrán los cuentos, en los que las niñas son princesas con vestidos rosas
y los niños valientes salvadores; las películas, en las que se repiten
los mismos roles masculinos y femeninos; y la publicidad, que juega con
estereotipos del hombre y la mujer. Todo va calando en la mente de los
más pequeños.
¿Y qué decir de los juguetes ?
Observando los catálogos de las jugueterías, es sencillo darse cuenta
de que la mayoría tienen otra versión en rosa, casi siempre con motivos
de princesas, hadas o flores.
Y no es que la diferenciación sea negativa, pero a los niños se les
propone una fantasía concreta, opuesta a la de las niñas, por lo que la
mayoría creen que no pueden salirse de ella. Por eso consideran, por
ejemplo, que lo que más debería gustarles es un balón, si son niños. O,
si son niñas, que el rosa tiene que ser su color preferido.
Los especialistas recomiendan que dejemos jugar a los niños como
quieran y con lo que quieran, sin influirles para que tengan plena
libertad para elegir.
Son diferentes pero igual de buenos
Por más que lo Padres
intentemos tratar a nuestros hijos de diferente sexo de igual forma, es
inevitable que, en ocasiones, no lo consigan. Aceptar que niños y niñas
son diferentes en algunos rasgos no es malo ni supone discriminación
alguna.
El problema aparece cuando se concluye que unos son mejores que otros en algunas tareas o actividades. Mientras
el pequeño no piense que no puede hacer algo por ser chico, o la niña
no crea que ella está vetada para una actividad concreta por ser chica,
los padres podemos estar tranquilos. Es un síntoma de que estamos
educando a sus hijos correctamente. Así que, ¡qué más da que pasen una
temporada obsesionados con las princesas, el rosa, el maquillaje o los
tacones...!
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