Adopción, una realidad sin miedo |
Una historia hermosa de generosidad es la que se da cada vez que unos padres deciden adoptar a un niño. Los motivos son muchos: desde la incapacidad de concebir hasta cuestiones de solidaridad social, en las que, además de tener ya cierto número de hijos, se decide dar una mejor vida a un pequeño niño desprotegido.
Lo esencial en todos los casos ha de ser que la motivación esté custodiada por el amor pleno y realizador de transmitir la vida, que en este caso no es biológica, sino psicológica, social y espiritual.
La decisión de adoptar no es fácil. Dos padres deben enfrentar muchas cuestiones de orden psicológico, social, material, espiritual e incluso legal. Las dudas, sentimientos y pensamientos que los asaltan son infinitos, por lo que deben estar lo mejor preparados para realizar este acto de sensible humanidad.
La adopción es posible por la grandeza de corazón de las personas que ven en los niños desamparados una oportunidad de formar una familia; afortunadamente la conciencia de la adopción va en aumento; sin embargo, hemos de ser cuidadosos pues en muchos de los casos los niños que es posible adoptar se encuentran en esa situación debido a familias dolientes y desintegradas.
Muchos niños son abandonados por madres solteras que se sienten solas, por familias que no tienen trabajo y no pueden mantener a otro hijo, por el egoísmo de una pareja de querer vivir su vida sin niños, por la muerte de ambos padres y la falta de acogimiento del niño por los abuelos o familiares extensos, por la terrible realidad de la violencia intrafamiliar en la que los hijos deben ser rescatados de sus padres pues son objeto de abusos físicos o psicológicos.
Transformar una vida de dolor en alegría
Las historias de adopción no tienen por lo regular un principio feliz, un origen desdichado es lo que muchas veces se encuentra tras la soledad de un niño ya sea que lo encontremos en alguna calle, un orfanato, una casa hogar...
Sin embargo, el final puede ser feliz, rescatar a un niño de la soledad y del dolor es una acción que Dios seguramente premiará. Recordemos que “debe reservarse una atención especialísima al niño, desarrollando una profunda estima por su dignidad personal, así como un gran respeto y un generoso servicio a sus derechos. Esto vale respecto a todo niño, pero adquiere una urgencia singular cuando el niño es pequeño y necesita de todo, está enfermo, delicado o minusválido” (Juan Pablo II, Familiaris Consortio, n. 26).
Así es, el niño es un don siempre y debe ser atendido con amor, paciencia, generosidad; especialmente cuando “necesita de todo” cuando se encuentra “enfermo o delicado” no solo físicamente, sino del corazón por la soledad, por el abandono, por los maltratos, por el dolor...
Una tarea hermosa y realizadora
Lamentablemente, ante la creciente ola de adopción por la conciencia social y la generosidad de espíritu, se conocen muy pocos lugares donde puedan verdaderamente apoyar y guiar a los padres que han decidido dar este paso tan importante para ellos y para un niño que pronto será parte integral de su familia.
Los padres adoptivos ilusionados quieren acoger a su hijo adoptivo, que cuando se habla desde el corazón la palabra adoptiva no tiene el significado que estrictamente tiene en el mundo natural, sino que adquiere un significado sobrenatural que hace referencia al amor y a la decisión voluntaria de acoger y hacer suyo el don maravilloso del hijo.
Palabras clave: amor, aceptación, seguridad
Cuando se adopta a un niño mayor, que conoció a sus padres o conoció la historia por la cual es un niño que se encuentra solo, es preciso tener mucha paciencia y sobretodo, tener mucho trabajo con el niño, establecer un diálogo sincero, abierto lleno de ternura y comprensión, es preciso ponerse en el lugar de este niño que seguramente cargará con una historia dolorosa para entenderlo mejor y así poder ayudarle a que con amor poco a poco puede superarse y sanar.
Sin embargo, esto no es tan sencillo, como tampoco educarlo a través de los años, pues a veces los padres adoptivos no saben asumir que el no haber gestado al niño no les disminuye sus derechos y deberes como padres; es preciso que tengan claro y presente siempre que tienen los mismos derechos y deberes que una paternidad natural y así puedan ofrecer a los niños los elementos de seguridad, aceptación y solidaridad que debe ofrecer una familia.
Una educación con amor, sin miedo
Los padres no han de sobreproteger al niño adoptado, sino tratarlo de un modo natural, sin miedo, sin temor a ser rechazado o desobedecido, pues una actitud distinta en la que se le de todo lo que quiere al niño sin ningún límite puede ser perjudicial y hacerle sentir al niño que sus padres no le ofrecen seguridad y un ambiente estable donde desarrollarse. Lo que el adoptado verdaderamente desea es que los padres le demuestren que son sus verdaderos padres y actúen como tales.
Es importante recordar que cada niño es un mundo, cada niño es diferente y es así como cada uno requiere un proceso educativo adecuado a sus particularidades, por lo que hay que tomar en cuenta su personalidad, es preciso observarlo, comprenderlo y guiarlo, así como continuamente ponerse en su lugar para poder sentir de alguna manera con su hijo su historia, su pasado, su dolor y a partir de ahí entenderlo mejor, acogerlo cada vez más y amarlo.
¿Revelar la verdad?
Otro aspecto muy importante cuando se adopta un hijo, que desconoce su origen, es la revelación. Muchos padres viven angustiados pensando lo que deben o no de hacer, lo que deben o no de decir y esto no hace más que dificultar el vínculo amoroso entre padres e hijo adoptivo y provoca una “revolución” en la familia, con los abuelos, tíos, y con los hermanitos sean estos últimos adoptivos también o no.
Este hecho de la revelación no es fácil, pero tampoco es tan difícil que no pueda realizarse, el término “revelación” se utiliza para designar la información sobre la adopción a la persona adoptada.
Es preciso que los padres tengan una actitud positiva ante el hecho de la información de la verdad, es algo que forma parte del proceso educativo del niño y que es de singular importancia para un desarrollo equilibrado de su personalidad. A pesar de ello, muchos padres dudan de informar de la verdad a la persona adoptada, pero es importante que reflexionen y que sepan que existen tres razones principales por lo cual hacerlo:
“La primera es la razón moral, ya que no es posible basar una vida sobre la mentira, el niño tiene derecho a la verdad.
“La segunda es la razón psicológica, ya que callar la verdad parece difícil. Las relaciones padres/ hijos no pueden ser de confianza y serenas más que en un clima de franqueza y de confianza propicia al diálogo.
“La tercera es la razón material, callar la verdad durante toda la vida no es posible. El adoptado aprenderá fatalmente su situación por una conversación o un documento escrito.” (Oliver, C).
A veces los padres no quieren revelar la verdad para que el niño no sufra, se sienta igual que los demás o para propiciarle una infancia y juventud desprovista de complejos y desequilibrios; sin embargo, todo esto no tiene fundamento.
Según las investigaciones de Raynor y Triseliotis demuestran que los padres adoptivos viven un continuo estado de ansiedad ante el hecho de que el niño se pueda enterar por otras personas que les hace crear un clima familiar artificial, lleno de desconfianza, malos entendidos, pláticas interrumpidas, etc., clima donde no es posible basar ningún proceso educativo coherente y el niño acaba sufriendo mucho más.
No hay que temer, el amor es la principal fuente de seguridad, de alegría; no habrá menos problemas si se calla la verdad, al contrario.
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