Un  embarazo de alto riesgo es aquel en el            que el riesgo de enfermedad o muerte antes o después del parto             es mayor de lo habitual, tanto para la madre como para el  bebé.
 Para identificar un embarazo de alto  riesgo, se            evalúa a la mujer embarazada para determinar si presenta  condiciones            o características que la expongan a ella o al feto a la  posibilidad            de enfermar o morir durante el embarazo (factores de riesgo). A  los            factores de riesgo se les asigna una puntuación que se  corresponde            con el grado de riesgo. El hecho de identificar un embarazo de  alto            riesgo asegura que la mujer que más necesita atención            médica efectivamente la reciba.
 Una mujer con un embarazo de alto riesgo  puede ser            tratada en un centro de cuidados perinatales; perinatal es un  término            que hace referencia a los eventos que suceden inmediatamente  antes,            durante o después del parto. Por lo general, estos centros  cuentan            con un servicio obstétrico y una unidad de cuidados intensivos             neonatales para proporcionar el máximo grado de asistencia  tanto            para la mujer embarazada como para el feto y el recién nacido.             El médico suele enviar a la embarazada a un centro de cuidados             perinatales antes del parto porque la atención precoz reduce            la probabilidad de que el bebé enferme o muera. Estos centros            también acogen a cualquier mujer embarazada que presente  problemas            inesperados durante el parto. La causa más frecuente de  ingreso            en estos centros es el riesgo de un parto prematuro (antes de  las 37            semanas), que se asocia a menudo con la rotura prematura de  las membranas,            es decir, cuando se rompen antes de que el feto esté listo  para            nacer. A este respecto, el tratamiento en un centro de  cuidados perinatales            reduce el riesgo de que el bebé nazca prematuramente. 
 En algunos países desarrollados muere una            mujer embarazada (mortalidad materna) en 6 de cada 100 000  nacimientos.            La principal causa de muerte son los accidentes de tráfico u            otras lesiones. En segundo lugar, se encuentran los diversos  problemas            relacionados con el embarazo y el parto: coágulos de sangre  que            se desprenden y alcanzan los pulmones, complicaciones  anestésicas,            hemorragias, infecciones y complicaciones provocadas por una  presión            arterial elevada.
 A título ilustrativo, diremos que el bebé            muere antes, durante o después del parto (mortalidad  perinatal)            en 16 de cada 1 000 partos en EE.UU. Poco más de la mitad de            estas muertes son abortos y el resto afecta a recién nacidos            de hasta 28 días. La principal causa de estas muertes son las            malformaciones congénitas y la prematuridad.
 Algunos factores de riesgo están presentes             antes de que la mujer quede embarazada, mientras que otros se  desarrollan            durante el embarazo.
 Factores de riesgo previos al embarazo
 Antes de que se produzca la concepción, es             posible que la madre tenga características o condiciones que            incrementen el riesgo durante el embarazo. Además, cuando se            ha tenido un problema en un embarazo, el riesgo de tener el  mismo problema            en embarazos subsiguientes es mayor. 
 Características de la madre
 La edad de la mujer se relaciona  estrechamente con            el riesgo durante el embarazo. Las niñas de 15 años y            menos tienen más probabilidades de desarrollar preeclampsia  (una            enfermedad caracterizada por una presión arterial elevada,  proteínas            en la orina y retención de líquidos durante el embarazo)            y eclampsia (convulsiones producidas por la preeclampsia);  también            tienen más probabilidades de tener hijos de bajo peso al nacer             o desnutridos. En cambio, las mujeres de 35 años o más            tienen más probabilidades de desarrollar presión arterial            elevada, diabetes o fibromas (formaciones no cancerosas) en el  útero,            así como de tener problemas durante el parto. El riesgo de  tener            un bebé con alguna anomalía cromosómica como el            síndrome de Down aumenta con rapidez a partir de los 35 años.            Si una mujer embarazada de este grupo de edad está preocupada            por la posibilidad de que su feto desarrolle anomalías, puede            someterse a un análisis de las vellosidades coriónicas            o a una amniocentesis para determinar el contenido cromosómico             del feto.
Una            mujer que pesa menos de 45 kilogramos cuando no está  embarazada            tiene más probabilidades de tener un bebé de menor tamaño            de lo esperado en relación con el número de semanas de            embarazo (pequeño para su edad gestacional). Si su peso  aumenta            menos de 5 kilogramos durante el embarazo, el riesgo de tener  un bebé            con esas características aumenta en casi un 30 por ciento. Por             el contrario, una mujer obesa tiene más probabilidades de  tener            un bebé muy grande; la obesidad también incrementa el            riesgo de desarrollar diabetes y presión arterial elevada  durante            el embarazo. Una mujer de menos de 1,60 m de altura  tiene más            probabilidades de tener una pelvis pequeña; de ahí que            el riesgo de tener un parto prematuro y un bebé anormalmente            pequeño por retraso del crecimiento intrauterino también            sea más alto de lo habitual.
 Problemas en un embarazo previo
 Una mujer que ha tenido tres abortos  consecutivos            siempre en los primeros 3 meses de embarazo tiene alrededor  del 35 por            ciento de probabilidades de sufrir otro. El aborto también es            más probable cuando la mujer tuvo un feto muerto entre el  cuarto            y el octavo mes de embarazo o cuando tuvo un parto prematuro  en un embarazo            anterior. Antes de intentar quedar embarazada de nuevo, es  recomendable            que la mujer que ha tenido un aborto se someta a una prueba de  detección            de anomalías cromosómicas u hormonales, defectos estructurales             en el útero o en el cuello uterino, enfermedades del tejido  conectivo            como el lupus o una reacción inmune frente al feto, por lo  general,            por incompatibilidad de Rh. Si se descubre la causa del  aborto, es posible            que ésta pueda ser tratada de forma adecuada.
 El hecho de que un feto nazca muerto o de  que un            bebé recién nacido muera se asocia a anomalías            cromosómicas en el feto, diabetes, alguna enfermedad renal  (crónica)            o de los vasos sanguíneos, hipertensión arterial, drogadicción             o una enfermedad del tejido conectivo, como el lupus en la  madre.
 Por otro lado, cuanto mayor sea el número            de partos prematuros, mayor es el riesgo de repetirlos en los  embarazos            siguientes. Una mujer que haya tenido un recién nacido con un            peso menor de 1,5 kilogramos, tiene un 50 por ciento de  probabilidades            de que su próximo hijo nazca antes de término. Si un recién            nacido sufrió retraso del crecimiento intrauterino, es  probable            que se repita en el siguiente. En estos casos, se investiga en  busca            de la presencia de enfermedades que puedan retrasar el  crecimiento fetal,            como la hipertensión arterial, afecciones renales, aumento de            peso inadecuado, infección, tabaquismo y abuso de alcohol.
 Un recién nacido que pese más de 4,5            kg al nacer sugiere que la madre pueda sufrir diabetes. El  riesgo de            aborto o muerte de la mujer o del recién nacido aumenta si la            mujer padece de diabetes durante el embarazo. Por tanto, se  debe controlar            la presencia de esta enfermedad en las mujeres embarazadas  midiendo            sus niveles de azúcar en sangre (glucosa) entre las semanas 20             y 28 de embarazo.
 La mujer que ha tenido seis o más  embarazos,            tiene mayores probabilidades de tener contracciones leves  durante el            parto y hemorragias después del mismo, debido al  debilitamiento            de sus músculos uterinos. También puede tener un parto            rápido, que aumenta el riesgo de padecer una hemorragia  vaginal            copiosa. Además, tiene muchas más probabilidades de tener            placenta previa (una placenta anormalmente localizada en la  parte inferior            del útero). Este trastorno puede causar hemorragia y, como la            placenta puede bloquear el cuello uterino, por lo general, se  debe practicar            una cesárea.


 Si una mujer ya ha tenido un hijo con una  enfermedad            hemolítica, el siguiente puede correr el riesgo de nacer  también            con esta enfermedad, y su gravedad en el recién nacido  anterior            predice la que tendrá en el siguiente. Esta enfermedad se  desarrolla            cuando una madre cuya sangre es Rh-negativo tiene un feto con  sangre            Rh-positivo (incompatibilidad de Rh) y la madre produce  anticuerpos            contra la sangre del feto (sensibilización a Rh) que destruyen             sus glóbulos rojos. En esos casos, se analiza la sangre de  ambos            progenitores. Si el padre tiene dos genes para sangre  Rh-positivo, todos            los hijos serán Rh-positivos; si tiene sólo un gen de            estas características, el recién nacido tiene alrededor            del 50 por ciento de probabilidades de ser Rh-negativo. Esta  información            es útil para tomar las precauciones necesarias con la madre y            el feto en embarazos subsiguientes. Por lo general, en el  primer embarazo            con un hijo con sangre Rh-positivo no suele haber problemas,  pero el            contacto entre la sangre de la madre y la del recién nacido  durante            el parto hace que la madre produzca anticuerpos anti-Rh y, por  tanto,            los siguientes recién nacidos pueden sufrir complicaciones.  Sin            embargo, después de que una madre con Rh-negativo alumbre un            recién nacido Rh-positivo, se suele administrar a aquélla            globulina inmune Rh0 (D) para destruir los anticuerpos  anti-Rh. El resultado            es que la hemólisis (destrucción de hematíes) en            los recién nacidos es muy poco frecuente.
 Una mujer que ha tenido una preeclampsia o  eclampsia            tiene probabilidades de volver a tenerla, en particular, si  padece hipertensión            cuando no está embarazada.
 Si una mujer ha tenido un bebé con  trastornos            genéticos o malformaciones, habitualmente se realizan análisis             genéticos de éste (aunque haya nacido muerto) y de ambos            padres antes de otro embarazo. En caso de que la mujer quede  de nuevo            embarazada, se realizan pruebas como ecografías, toma de  muestras            de vellosidades coriónicas y amniocentesis para ayudar a  determinar            las probabilidades de que las anomalías se repitan. 
 Alteraciones estructurales
 Las anomalías en los órganos reproductores             femeninos, como el útero bicorne o un cuello uterino débil            que no puede sostener al feto en desarrollo (cuello  incompetente), aumentan            el riesgo de aborto. En consecuencia, puede ser necesario  practicar            intervenciones quirúrgicas, ecografías o radiografías            para detectar estas alteraciones; si una mujer ha tenido  varios abortos,            estas pruebas se realizan antes de que vuelva a quedar  embarazada.
 Los fibromas (formaciones no cancerosas)  en el útero,            que son más frecuentes en mujeres mayores, pueden aumentar el            riesgo de un parto prematuro, la incidencia de problemas  durante el            parto, una presentación anormal del feto, una localización            anormal de la placenta (placenta previa) y abortos repetidos. 
 Problemas médicos
 Ciertas condiciones médicas en una mujer            gestante pueden ponerla en peligro a ella y al feto. Las más            importantes son la hipertensión arterial crónica, enfermedades             renales, diabetes, cardiopatías graves, enfermedad tiroidea,            lupus eritematoso sistémico (lupus) y trastornos de la  coagulación            san-guínea.
 Historia familiar
 Una historia de retraso mental u otros  trastornos            hereditarios en la familia de la madre o del padre aumenta la  probabilidad            de que el recién nacido vaya a tener esa enfermedad. La  tendencia            a tener gemelos también se da en el seno de una misma familia.
 Factores de riesgo durante el embarazo
 Una mujer embarazada sin riesgos  especiales puede            sufrir un cambio que aumente el riesgo, por ejemplo, la  exposición            a teratógenos (agentes que pueden producir defectos  congénitos)            como la radiación, productos químicos, fármacos            e infecciones, o bien puede desarrollar una complicación  médica            o en relación al embarazo.
 Exposición a teratógenos
 Los fármacos reconocidos como causantes de             defectos congénitos cuando se toman durante el embarazo  incluyen            el alcohol, la fenitoína, los fármacos que contrarrestan            las acciones del ácido fólico (como el triamtereno o el            trimetoprim), el litio, la estreptomicina, las tetraciclinas y  la warfarina.            Las infecciones que pueden provocar defectos congénitos  incluyen            el herpes simple, la hepatitis vírica, la gripe, la  parotiditis,            la rubéola, la varicela, la sífilis, la listeriosis, la            toxoplasmosis e infecciones por virus Coxsackie o por  citomegalovirus.            Al comienzo del embarazo, a la mujer se le pregunta si ha  tomado algunos            de estos fármacos o ha padecido alguna de estas infecciones  desde            que quedó embarazada. Es particularmente preocupante la forma            en que el tabaquismo, el consumo de alcohol y el abuso de  fármacos            durante el embarazo afectan a la salud y al desarrollo del  feto.
 El tabaquismo es la adicción más frecuente             entre las mujeres embarazadas de algunos países desarrollados.             A pesar de la información creciente acerca de los peligros  para            la salud que acarrea el tabaquismo, el porcentaje de mujeres  adultas            que fuman o viven con alguien que fuma sólo ha descendido  ligeramente            en 20 años y el porcentaje de mujeres grandes fumadoras se ha            incrementado. Así mismo, el tabaquismo entre las adolescentes            ha aumentado sustancialmente y supera al de los jóvenes de su            misma edad. 
El            consumo de tabaco perjudica tanto a la madre como al feto,  pero sólo            cerca del 20 por ciento de las mujeres que fuma abandona el  hábito            durante la gestación. El efecto más marcado del tabaquismo            sobre el recién nacido durante el embarazo es la reducción            de su peso al nacer: cuanto más fuma una mujer durante el  embarazo,            menos pesará el recién nacido. Este efecto parece ser            mayor entre las fumadoras de mayor edad, que tienen más  probabilidades            de tener recién nacidos de menor peso y estatura. Las  fumadoras            embarazadas también tienen más probabilidades de tener            complicaciones con la placenta, rotura prematura de membranas,  parto            anticipado (pretérmino) e infecciones uterinas. Una mujer  embarazada            que no fuma debería evitar exponerse al humo de otros puesto            que, igualmente, puede perjudicar al feto. Los defectos congénitos que afectan al  corazón,            al cerebro y a la cara son más frecuentes entre los hijos de            fumadoras que entre los de no fumadoras. El tabaquismo en la  madre también            puede aumentar el riesgo del síndrome de muerte súbita            del lactante. Además, los hijos de madres fumadoras tienen  deficiencias            sutiles, pero apreciables, en cuanto al crecimiento,  desarrollo intelectual            y conducta. Se cree que estos efectos son provocados por el  monóxido            de carbono, que reduce el suministro de oxígeno que reciben  los            tejidos del organismo, y por la nicotina, que, al estimular la  liberación            de hormonas, provoca una constricción de los vasos sanguíneos            en la placenta y el útero, disminuyendo la llegada de sangre.
 El consumo de alcohol durante el embarazo  es la            principal causa conocida de anomalías congénitas. El síndrome            alcohólico fetal, una de las principales consecuencias de  beber            durante el embarazo, aparece en alrededor de 2,2 de cada 1 000  recién            nacidos vivos. Esta enfermedad incluye retraso del crecimiento  antes            o después del parto, anomalías faciales, cabeza pequeña            (microcefalia), probablemente causada por un crecimiento  escaso del            cerebro, y un desarrollo anormal del comportamiento. El  síndrome            alcohólico fetal es la principal causa del retraso mental.  Además,            el alcohol puede causar problemas que van desde el aborto a  graves efectos            en la conducta del recién nacido o en el niño en desarrollo,            como comportamiento antisocial y déficit de atención.            Estos trastornos pueden aparecer incluso aunque el recién  nacido            no tenga defectos físicos de nacimiento.
 El riesgo de aborto espontáneo casi se  duplica            cuando una mujer consume alcohol durante el embarazo, en  especial si            bebe mucho. Por lo general, el peso con el que nacen los hijo  de madres            que consumen alcohol durante la gestación es inferior al  normal.            El promedio de peso al nacer es de alrededor de 2 kilogramos,  comparados            con los 3,5 kilogramos del resto de los recién nacidos.
 La drogadicción y el abuso de sustancias            tóxicas son cada vez más frecuentes en las mujeres  embarazadas.            Más de cinco millones de personas, muchas de las cuales son  mujeres            en edad fértil, consumen con regularidad marihuana y cocaína.
 La cromatografía es una prueba de  laboratorio            barata y efectiva que se utiliza para detectar en la orina  heroína,            morfina, anfetaminas, barbitúricos, codeína, cocaína,            marihuana, metadona o fenotiacinas. Las mujeres que se  inyectan drogas            corren un mayor riesgo de tener anemia, infección de la sangre             (bacteriemia) o de las válvulas cardíacas (endocarditis),            abscesos cutáneos, hepatitis, flebitis, neumonía, tétanos            y enfermedades de transmisión sexual, incluido el SIDA.  Alrededor            del 75 por ciento de los recién nacidos con SIDA resulta de  madres            que se inyectaban drogas o ejercían la prostitución. Además            estos niños tienen un mayor riesgo de desarrollar otras  enfermedades            de transmisión sexual, hepatitis e infecciones. Por otro lado,             es probable que su crecimiento dentro del útero sea  insufuciente            y que nazcan prematuramente.
 Alrededor del 14 por ciento de las mujeres  embarazadas            consume marihuana en distintos grados. Su principal  ingrediente, el            tetrahidrocannabinol (THC), es capaz de atravesar la placenta  y, en            consecuencia, de afectar al feto. A pesar de que ninguna  evidencia específica            demuestra que la marihuana cause defectos de nacimiento o  retrase el            crecimiento del feto en el útero, algunos estudios sugieren  que            un gran consumo de esta droga produce anomalías de  comportamiento            en los recién nacidos.
 El abuso de cocaína durante el embarazo  causa            graves problemas tanto para la madre como para el feto y, dado  que muchas            de las mujeres que consumen cocaína también consumen otras            drogas, el problema adquiere una especial gravedad. La cocaína             estimula el sistema nervioso central, actúa como anestésico            local y reduce el diámetro de los vasos sanguíneos  (vasoconstricción).            El estrechamiento de los vasos sanguíneos puede reducir el  flujo            sanguíneo, por lo que el feto no siempre recibe el oxígeno            suficiente. Esta reducción puede afectar al crecimiento de  varios            órganos y frecuentemente provoca trastornos óseos y un            estrechamiento anormal de algunos segmentos del intestino. El  sistema            nervioso y los problemas de comportamiento de los hijos de  madres cocainómanas            incluyen hiperactividad, temblores incontrolables e  importantes trastornos            del aprendizaje, que continúan hasta los 5 años o incluso            hasta una edad más avanzada.
 Si una mujer embarazada presenta  repentinamente            una presión arterial muy alta (hipertensión aguda), una            hemorragia debida al desprendimiento precoz de la placenta  (abruptio            placentae) o si el recién nacido nace, sin causa aparente,  muerto,            se analiza su orina en busca de la presencia de cocaína. Entre             las mujeres que consumen cocaína durante el embarazo,  alrededor            del 31 por ciento tiene un parto antes de término, el 19 por            ciento tiene un recién nacido con retraso del crecimiento y el             15 por ciento sufre un desprendimiento precoz de la placenta.  Si se            interrumpe el consumo de cocaína después de los primeros            3 meses de embarazo, los riesgos de tener un parto prematuro y  un desprendimiento            precoz de la placenta aún siguen siendo altos pero,  probablemente,            el crecimiento del feto será normal.
 Problemas médicos
 Si se diagnostica hipertensión por primera             vez cuando una mujer está embarazada, el médico puede            tener ciertas dificultades en determinar si la causa es el  embarazo            o algún otro problema. El tratamiento de la hipertensión            durante el embarazo es problemático; los beneficios que pueda            obtener la madre tienen que ser sopesados con los potenciales  riesgos            para el feto. Sin embargo, cuando el embarazo se halla en  estado muy            avanzado, este trastorno puede indicar una grave amenaza para  la madre            y el feto y se debe instaurar un tratamiento de inmediato.
 Si la mujer gestante ha tenido  anteriormente una            infección de orina, se evalúa una muestra de su orina            al inicio del embarazo. Si se detectan bacterias, se  administran antibióticos            para prevenir una infección renal, ya que ésta se asocia            al parto antes de término y a la rotura prematura de las  membranas.
 Las infecciones bacterianas de la vagina  durante            el embarazo también pueden derivar en un parto antes de  término            o en una rotura prematura de las membranas. El tratamiento de  la infección            con antibióticos reduce la probabilidad de tener estos  problemas.
 Una enfermedad que provoque fiebre alta  (temperatura            superior a los 39,5 ºC) en el primer trimestre del embarazo  aumenta            la probabilidad de sufrir un aborto y de anomalías en el  sistema            nervioso del recién nacido. La fiebre al final del embarazo  aumenta            la posibilidad de un parto pretérmino.
 Las intervenciones quirúrgicas de urgencia             durante el embarazo aumentan el riesgo de un parto pretérmino.             Muchas enfermedades, como la apendicitis, un ataque de  vesícula            biliar y la obstrucción intestinal son difíciles de  diagnosticar            debido a los cambios normales que se producen en el abdomen  durante            el embarazo. En consecuencia, cuando se diagnostica una de  esas enfermedades,            es probable que se encuentre en un estado avanzado, lo que  incrementa            la morbilidad y la mortalidad.
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