Hablar de los niños es oir el llanto o la risa fresca de un bebé y al observar sus monadas los mayores nos enternecemos y esto, sin dudas, es lo que ocurre en todas las latitudes del planeta, porque aún entre peculiaridades distintas los padres aman a sus hijos.
Hay millones de niños en el mundo entero. Niños felices, tristes, amados, no deseados, los que gozan libremente de la vida y los que absurdamente se la quitan. Niños de hogares bien constituidos, niños abandonados y los que sufren y mueren en la guerra. Niños que no conocen a Dios y otros que nunca han oído hablar de él; niños en mi país, en mi ciudad, en mi barrio, en mi hogar.
Los niños de cualquier lugar del mundo deben gozar de los derechos de la seguridad social. Tienen el derecho de crecer y desarrollarse en buena salud, de disfrutar de una alimentación adecuada, vivienda digna y servicios médicos. Para el pleno desarrollo de su personalidad, los niños necesitan del amor y la comprensión, siempre que sea posible deberán crecer al amparo y responsabilidad de sus padres. Los niños tienen el derecho de recibir educación gratuita, por lo menos en las etapas elementales. De esta manera favorecerá su cultura general lo que le permitirá, en condiciones de igualdad y oportunidades, desarrollar sus aptitudes, su sentido de responsabilidad moral y social, para poder llegar a ser un miembro útil dentro de la sociedad.
Los niños físicamente o mentalmente impedidos, deberán recibir el tratamiento, la educación y el cuidado especial que requiera su caso particular. Los niños deberán ser protegidos contra toda forma de abandono, crueldad y explotación, ni tampoco deberá permitirse que ningún niño trabaje antes de la edad mínima. Desde su nacimiento tienen derecho a una nacionalidad.
De acuerdo a los informes difundidos por el “Fondo Internacional de las Naciones Unidas para el Socorro de la Infancia”, en 1978 murieron 12 millones de niños en todo el mundo, con menos de un año por desnutrición. Si a todo esto agregamos la impresionante cantidad de niños que padecen hambre, explotación, enfermedades endémicas, injusticias, analfabetismo y aprensión, nos damos cuenta que nos encontramos frente a una gran hipocresía del ser humano, que nos destaca por la observancia de las cosas que escribe y firma, lo que nos permite avizorar un oscuro y tenebroso porvenir para la humanidad, de no producirse un cambio de mentalidad de los hombres, fundamentalmente en los que ostentan el poder. “La irresponsabilidad emergente es de todos y de cada uno de nosotros”. ¿Qué hará usted en defensa de los derechos del niño?
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