Hay diferentes tipos de padres.
Algunos prefieren hacerse los distraídos y emocionarse solo en privado, otros tratan, aunque cueste, de llevar una vida lo más parecida posible a la que llevaban antes...
Otros intentan desligarse de las tareas "menores" que dan los niños...y se empecinan en sus trabajos haciendo horas extras, o emprendiendo nuevos y tediosos proyectos.
Esa parece ser su manera de cuidar a la prole... pero hay otros, cada vez más, que han tomado por las astas el lugar paterno, un lugar que no siempre esta fuera del hogar.
Han amoldado su regazo a cargar bebés a upa, han acostumbrado sus manos a llevar el carrito por la calle, lidiando con los baches y los cordones rebeldes de esta ciudad, igual que las mamás. Sin verguenzas, sin disimular, como solían hacerlo antes.
Han resignado sus camisas al olor de un vomitito y a las salpicaduras del oleo calcáreo. Han descubierto que detrás de todo eso, o en todo ese trajín, también había un universo, menos corporativo e imponente que el de las grandes mesas de directorio, o el de las ruedas de negocios repletos de promotoras exultantes...pero que entre nestunes y nebulizadores, podía generar emoción y plenitud.
Se animaron a probar, a demostrar sus ganas de morder cachetes y de hacer cosquillas, que durante años estuvieron reprimidas -seguramente- detrás de las grandes hojas del diario matutino, o confundidas con el ruido de las carreras de autos de los domingos, o el de los partidos de fútbol con la radio en la oreja.
Ceguera, sordera, pudor, rastros de malevos empedernidos...vaya uno a saber qué impediría a tantos padres, o les sigue impidiendo a algunos aún hoy, asumir ese lugar en el universo de la casa.
Así tenemos señores que no sólo aceptan su pateinidad como algo que supera a su función de proveedores, sino que además pueden ocupar su lugar de hombres que sostienen a sus mujeres que están, cuando se hacen madres, en ese estadío tan complejo y contradictorio de la vida.
Pueden escuchar, comprender, o aún sin comprender, acompañar.
Cuidan, de cerca, intentan igualmente seducir a sus compañeras recordándoles en algún espacio que se brinden, que pueden recuperar algo de aquello que los motivó a estar juntos.
Y devolviéndole la memoria de su ser femenino para su placer y el propio...
Así invitan a renovar la pasión y el encuentro, sin poner de excusa a sus bebés.
Sus mujeres aceptan ese desafío porque lo creen posible, y así tenemos un PADRE y una MADRE que pueden seguir siendo una pareja.
Ese es en algún punto el sentido más pleno de una familia. Otros tal vez llegaron a la paternidad sin estar en pareja formalmente, o se han separado en el camino, sin embargo pueden diferenciar una cosa de la otra, y asumir igualmente su rol para con su cría.
Padres nuevos, padres con cama adentro y con cama afuera, que se las ingenian cada uno a su modo, para disfrutar de lo que la vida le ha dado, que es difícilmente superable con nada, el hijo.
Algunos prefieren hacerse los distraídos y emocionarse solo en privado, otros tratan, aunque cueste, de llevar una vida lo más parecida posible a la que llevaban antes...
Otros intentan desligarse de las tareas "menores" que dan los niños...y se empecinan en sus trabajos haciendo horas extras, o emprendiendo nuevos y tediosos proyectos.
Esa parece ser su manera de cuidar a la prole... pero hay otros, cada vez más, que han tomado por las astas el lugar paterno, un lugar que no siempre esta fuera del hogar.
Han amoldado su regazo a cargar bebés a upa, han acostumbrado sus manos a llevar el carrito por la calle, lidiando con los baches y los cordones rebeldes de esta ciudad, igual que las mamás. Sin verguenzas, sin disimular, como solían hacerlo antes.
Han resignado sus camisas al olor de un vomitito y a las salpicaduras del oleo calcáreo. Han descubierto que detrás de todo eso, o en todo ese trajín, también había un universo, menos corporativo e imponente que el de las grandes mesas de directorio, o el de las ruedas de negocios repletos de promotoras exultantes...pero que entre nestunes y nebulizadores, podía generar emoción y plenitud.
Se animaron a probar, a demostrar sus ganas de morder cachetes y de hacer cosquillas, que durante años estuvieron reprimidas -seguramente- detrás de las grandes hojas del diario matutino, o confundidas con el ruido de las carreras de autos de los domingos, o el de los partidos de fútbol con la radio en la oreja.
Ceguera, sordera, pudor, rastros de malevos empedernidos...vaya uno a saber qué impediría a tantos padres, o les sigue impidiendo a algunos aún hoy, asumir ese lugar en el universo de la casa.
Así tenemos señores que no sólo aceptan su pateinidad como algo que supera a su función de proveedores, sino que además pueden ocupar su lugar de hombres que sostienen a sus mujeres que están, cuando se hacen madres, en ese estadío tan complejo y contradictorio de la vida.
Pueden escuchar, comprender, o aún sin comprender, acompañar.
Cuidan, de cerca, intentan igualmente seducir a sus compañeras recordándoles en algún espacio que se brinden, que pueden recuperar algo de aquello que los motivó a estar juntos.
Y devolviéndole la memoria de su ser femenino para su placer y el propio...
Así invitan a renovar la pasión y el encuentro, sin poner de excusa a sus bebés.
Sus mujeres aceptan ese desafío porque lo creen posible, y así tenemos un PADRE y una MADRE que pueden seguir siendo una pareja.
Ese es en algún punto el sentido más pleno de una familia. Otros tal vez llegaron a la paternidad sin estar en pareja formalmente, o se han separado en el camino, sin embargo pueden diferenciar una cosa de la otra, y asumir igualmente su rol para con su cría.
Padres nuevos, padres con cama adentro y con cama afuera, que se las ingenian cada uno a su modo, para disfrutar de lo que la vida le ha dado, que es difícilmente superable con nada, el hijo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario