Siempre han cargado con mala fama. Se les teme y no falta quien les saque el cuerpo. Se les atribuye toda suerte de malcriadeces y hay quienes afirman que no son felices. Pero, como suele suceder, no es verdad todo lo que se dice, y en el caso del hijo único una nueva teoría afirma que crecer sin hermanos no es tan perjudicial como se creía en el pasado.
El tema se coloca nuevamente en la palestra debido a que cada vez son más las parejas que deciden que con un niño basta y sobra. El fenómeno del hijo único llegó para quedarse, y es por eso que los especialistas inician investigaciones partiendo de nuevas premisas, con el fin de aliviar a aquellos progenitores que se sienten preocupados por la supuesta inconveniencia de dejarle a una sola personita la responsabilidad de ser la alegría del hogar.
Puede resultar tranquilizador saber que no son pocos los que afirman que el hijo único puede crecer de una manera completamente normal, tan normal como los que se crían en compañía de hermanos. Estos niños que siempre fueron señalados con el dedo por tener, presuntamente, rasgos en su personalidad distintos a los que nacen en familias numerosas, han debido cargar con el peso de ser considerados malcriados, tímidos, solitarios, consentidos, dependientes y agresivos. Sin embargo, que un niño desarrolle este tipo de conductas dependerá de varios factores inherentes a la crianza en sí y no únicamente al hecho de que reciba un trato exclusivo por parte de sus padres.
En el libro El hijo único, las psicólogas María Elena López y María Teresa Arango señalan que algunos de los rasgos de personalidad antes mencionados y atribuidos a estos pequeños pueden obedecer a factores hereditarios, patrones impuestos por los padres, o sencillamente por la forma como lo estén criando. Porque, por ejemplo, si un muchacho se acostumbra a recibir todo aquello que solicite, muy probablemente aprenderá a sentirse poderoso, a creer que es él quien manda, conducta que puede presentarse también en niños que crecen al lado de varios hermanos.
El tema se coloca nuevamente en la palestra debido a que cada vez son más las parejas que deciden que con un niño basta y sobra. El fenómeno del hijo único llegó para quedarse, y es por eso que los especialistas inician investigaciones partiendo de nuevas premisas, con el fin de aliviar a aquellos progenitores que se sienten preocupados por la supuesta inconveniencia de dejarle a una sola personita la responsabilidad de ser la alegría del hogar.
Puede resultar tranquilizador saber que no son pocos los que afirman que el hijo único puede crecer de una manera completamente normal, tan normal como los que se crían en compañía de hermanos. Estos niños que siempre fueron señalados con el dedo por tener, presuntamente, rasgos en su personalidad distintos a los que nacen en familias numerosas, han debido cargar con el peso de ser considerados malcriados, tímidos, solitarios, consentidos, dependientes y agresivos. Sin embargo, que un niño desarrolle este tipo de conductas dependerá de varios factores inherentes a la crianza en sí y no únicamente al hecho de que reciba un trato exclusivo por parte de sus padres.
En el libro El hijo único, las psicólogas María Elena López y María Teresa Arango señalan que algunos de los rasgos de personalidad antes mencionados y atribuidos a estos pequeños pueden obedecer a factores hereditarios, patrones impuestos por los padres, o sencillamente por la forma como lo estén criando. Porque, por ejemplo, si un muchacho se acostumbra a recibir todo aquello que solicite, muy probablemente aprenderá a sentirse poderoso, a creer que es él quien manda, conducta que puede presentarse también en niños que crecen al lado de varios hermanos.
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