Muchas veces los juegos de los hijos pequeños pueden desconcertar a los padres. Y es que hay algunos como el del “papá y la mamá”, “el doctor y la paciente”, entre otros, que pueden tener un contenido sexual y a veces hasta “homosexual” en su práctica.
Aquí es importante mencionar que los pequeños no lo hacen por malicia o mañosería sino por curiosidad y porque la mayoría de veces ponen en estos juegos sus dudas sobre aquello que vieron en las novelas, películas o en la misma casa donde viven. Entonces juegan a “ser adultos” aunque ni sepan aquello que practican. Ellos simplemente imitan.
Es así que a veces los padres se enteran que su hija pequeña se dio un beso en la boca con una compañera de su salón, o que un niño varón jugaba a la cocinita con su amiguita. Y como los padres solemos tener un estereotipo de lo que son los juegos infantiles (pensamos que los hombres sólo juegan con carros o a la guerra; y las niñas sólo con la cocinita y las barbies) podemos sentirnos confundidos antes prácticas como estas. ¿Qué hacer entonces?
Primero, debemos aceptar que la sexualidad de nuestros hijos puede asustarnos y perturbarnos; ante esto sentimos angustia y solemos darle un sentido de una sexualidad adulta. Es fundamental, en este momento, entender que ellos pueden tener estos juegos sexuales, que si bien es cierto implican una erotización no llegan a una genitalización.
El placer está presente en el cuerpo de los niños. Hay que saber respetarlo y entender cuándo es algo saludable o cuándo esta búsqueda de placer puede ser una defensa frente a la angustia (como en las conductas masturbatorias).
Cuando vemos estos juegos debemos observar bien hasta dónde llegan, en qué contexto se dan, y no reaccionar de forma violenta, castigadora o que le indique al niño que hay maldad en ello.
Si la práctica es muy intensa o aparecen juegos masturbatorios repetidos los padres deberán observar en qué momento se dan y tratar de ver qué es lo que desencadena dicha angustia.
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