En casa de María su madre cambia de canal cuando aparece alguna escena subida de tono. A Raquel sus padres le han dicho que no dude pedir dinero para comprar preservativos si los necesita. Luis, cada vez que sale por la noche oye la misma frase: «¡Cuidado con lo que haces!». No se menciona el tema tabú, pero él sabe que la advertencia se refiere a 'eso'. Los tres son adolescentes de entre 15 y 17 años y alumnos de un instituto de Badajoz. Al salir de clase hablan de sus cosas. Entre ellas, las relaciones de pareja y la primera vez.
Con amigos y compañeros de clase es fácil conversar, aunque «hay mucho fantasma que inventa cosas para presumir». Consecuencia de ello es, a veces, la aparición de leyendas urbanas que corren de boca en boca y se convierten en verdades universales a falta de una 'versión oficial'.
Estos tres adolescentes reconocen que es complicado hablar de sexo con los padres, muchas veces por pura vergüenza, «o porque ellos no quieren que descubramos ciertas cosas y tratan de evitarlas», apuntan. El instituto es otro de los 'foros' donde se tratan las relaciones afectivo-sexuales. Los chavales intercambian historias e incluso acuden a sus tutores en busca de ayuda. Éstos, a su vez, piden consejo al educador social (o, mejor dicho, educadora social, porque casi todas son mujeres): la figura en Secundaria encargada de este ámbito. También es la responsable de coordinar actividades extra que se llevan a cabo sobre la sexualidad.
Desde la Consejería de Educación no existe ningún plan de actuación específico. «Es un tema transversal que se toca dentro de otras asignaturas». Sin embargo, los institutos organizan por su cuenta charlas informativas dedicadas a alumnos a partir, normalmente, de los 13 años.
«Los adolescentes se creen que saben mucho, acceden a mucha información, sobre todo a través de Internet. Pero lo que tienen en la cabeza es un cacao mental y una gran confusión», afirma Beatriz Heredia Cordero, psicopedagoga de 29 años e integrante del equipo de Cruz Roja que coordina los talleres sobre sexualidad en los centros de Secundaria.
Estos profesionales visitan la mayoría de los institutos públicos -y alguno concertado-, a lo largo del año con un programa que contempla cuatro temas: hábitos nocivos (alcohol, tabaco y otras drogas), trastornos de la conducta alimentaria, la prevención del sida y la sexualidad. Cada una de ellas tiene dos horas de duración. «En la de sexualidad siempre necesitamos más tiempo porque nos quedamos cortos», indica Heredia.
Es precisamente esta charla la que más interés suscita entre los alumnos. «A nivel psicológico, los adolescentes se encuentran en un momento muy delicado de su desarrollo. Se sienten perdidos, confusos. Tienen que volver a conocer su cuerpo y adaptarse a esa locura hormonal. En este contexto que viven la identidad sexual les aparece como algo novedoso, algo que no saben si han de esconder», expresa esta psicopedagoga.
«Intentamos hacerles ver que la sexualidad es algo natural. Pero les dejamos claro que no se trata sólo de mantener relaciones o evitar embarazos, sino que es un concepto mucho más amplio que está directamente relacionado con cómo nos expresamos, cómo sentimos, cómo nos emocionamos...».
La responsabilidad a la hora de mantener relaciones es otro de los puntos fuertes. «Ahora parece que todo vale, ven el sexo en todas partes. Nuestra tarea es explicarles que no se trata de un juego, por eso no les regalamos preservativos, porque no queremos incitarles», resalta Beatriz Heredia. «Queremos transmitirles conocimientos para que a la hora de enfrentarse a la relación sexual sepan cómo expresarse y cómo prevenir si hay penetración», agrega. Hacen mucho hincapié en el término afectivo-sexual, es decir, que lo que se siente y lo que se hace vayan siempre de la mano.
«¿Límites a la hora de dar información? Las barreras que ponemos son las que vemos en el propio grupo. Primero hacemos una evaluación inicial. Dejamos que haya una lluvia de ideas para comprobar qué saben ellos y qué dudas tienen. Ponemos también un buzón anónimo para los más tímidos. Lo que hacemos, básicamente, es resolvérselas, pero no les damos más información. De todas formas, depende mucho del grupo al que vayas. Trabajamos con niños de 11 años y con jóvenes de 18. Somos muy cuidadosos a la hora de adaptar las charlas a cada edad», explica Heredia.
Lo que sí se trata con detalle es el concepto general de sexualidad. «Explicamos que somos seres biológicos y lo que ello implica. Pero a la hora de hablar de prácticas sexuales y embarazos no deseados, nos limitamos a lo que nos pregunten».
La homosexualidad también aparece en estos talleres. «Aclaramos el concepto de identidad sexual (mujeres, hombres y transexuales)_ y el de orientación sexual (heterosexualidad, homosexualidad y bisexualidad). Dejamos un poco de debate, pero siempre defendemos que la homosexualidad no es una enfermedad, sino una orientación. Hay opiniones para todo los gustos y siguen existiendo muchos prejuicios».
Sobre las dudas más frecuentes, los chicos, en general, no tienen muy claro en qué consiste la menstruación y las chicas no saben si la masturbación es buena o mala. «Apelamos a la naturalidad. Otras preguntas frecuentes son si la 'marcha atrás' funciona; si la primera vez es posible quedarse embarazada; si los preservativos se pueden usar más de una vez... Tienen creencias erróneas que les tenemos que quitar de la cabeza». La píldora del día siguiente sin receta y el aborto a los 16 años sin autorización de los padres podrían ser temas a debatir en las actividades del actual curso.
El vocabulario es otro de los aspectos en que han de educar a los adolescentes. «Al principio, cuando tiene lugar la lluvia de ideas, les dejamos que se expresen a su manera. Pero después vamos corrigiendo y explicando que esas palabras tienen su nombre científico. Y_ese término es el que deben usar dentro de los talleres».
Beatriz Heredia trabaja en este programa de Cruz Roja desde 2004 y asegura que cada año sube la demanda de institutos que piden charlas sobre sexualidad. «Hay carencias en el hogar, y en las clases hay aspectos que no se tratan. Los chicos tienen lagunas. Eso se nota en las preguntas que hacen».
La ministra de Sanidad y Política Social, Trinidad Jiménez, manifestó hace unos días que cabe la posibilidad de que la educación sexual se convierta en una materia más en los institutos a partir de los 11 años. Incluso se plantea que se trate de una asignatura obligatoria. Heredia no quiere opinar sobre si ésto es necesario o no. «Hay muchos canales de información para llegar a los chavales», pero sí tiene claro que hay que trabajar menos el preservativo y más la autoestima. Además, ofrece una teoría propia: «El problema viene de los centros de primaria. Es muy difícil convencer a los padres de que los niños más pequeños también necesitan este tipo de educación. Nacemos siendo seres sexuados y morimos siendo seres sexuados.
Todo lo que expresamos es porque somos hombres y mujeres, lo somos a cualquier edad. Si esto se tratara en edades más tempranas, en secundaria habría menos problemas», manifiesta esta profesional, que también es maestra en primaria.
Evitar embarazos
El instituto 'Bioclimático' de Badajoz es uno de los centros que ofrece charlas sobre sexualidad a sus alumnos a lo largo del curso. Acuden a Cruz Roja y también a la Asociación Sexológica Extremeña. La educadora social Chelo Isla Calderón forma parte del grupo de docentes que se encarga de organizar la actividad. «Tenemos un proyecto de salud en el que se tratan estos aspectos. Una novedad muy importante de este año es que los chicos del módulo de farmacia van a dar también charlas sobre este asuntoº. También contamos con talleres sobre la relación afectivo-sexual, la violencia de género y el respeto a las distintas orientaciones sexuales», explica esta profesional de 48 años que lleva cinco trabajando en el instituto.
«Toda esta información les sirve para evitar enfermedades y embarazos no deseados», asegura.
La directora del 'Bioclimático', Yolanda Sánchez, apunta que se dan seis o siete charlas sobre sexualidad cada año. En cuanto a la posibilidad de que se convierta en una asignatura obligatoria, afirma que «sería una pérdida de tiempo porque no es necesario». A partir de los 15 años es la edad que propone esta docente. «Si empezamos con alumnos más pequeños podríamos tener problemas con las familias».
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