jueves, 4 de agosto de 2011

ACEPTACION Y RECHAZO

Cuando el niño presenta una conducta extraña e indesea-da solemos pensar que es el chico el que debe cambiar. Nuestro hijo es terriblemente desordenado, su cuarto está siempre hecho un caos. Así que tenemos que enseñarle a ser más ordenado; ha de cambiar esta conducta indesea-da por otra deseada. Pero, ¿qué tal si pensáramos alguna vez que lo que tiene que cambiar no es el niño sino nosotros o el ambiente que le rodea? Puede ser que la madre sea excesivamente pulcra, entendiendo por orden una esterilidad de sanatorio. O que el niño tenga tantos juguetes que es superior a sus fuerzas tenerlos siempre bien ordenados. En el primer caso tendría que cambiar la madre, en el segundo, el medio ambiente.
Cambiar el ambiente para conseguir una “convivencia pobre en conflictos resulta relativamente fácil. Sólo hay que reflexionar un poco y pensar qué necesita nuestro hijo en cada momento. A veces hace falta enriquecer el ambiente, otras, simplificarlo; a veces el niño necesita más estímulos, en otras ocasiones, menos. En el caso del niño desordenado, la solución sería guardar la mitad de los juguetes. Naturalmente no a hurtadillas; los juguetes son suyos y nadie tiene el derecho de «robárselos». No, el chico mismo puede escoger aquellos que de momento le interesen menos y meterlos en una maleta. Cuando despues de medio año vuelven a aparecer (para guardar la otra mitad) vivirá un día maravilloso, como si fuera cumpleaños. Reyes y Navidad, todo a la vez.
En otros casos, habría que obrar al revés. Quizá el niño «da la lata» porque se aburre. Necesita juguetes creativos (y un lugar donde dedicarse a ellos): pinturas, plastilina, revistas para recortar, una casa de muñecas o un teatro de títeres… Y también amigos para compartir todas estas actividades

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