El contacto entre los padres y el bebé empieza desde el segundo uno de vida. Los mimos, los abrazos y las caricias son para el pequeño tan necesarios como el mismo oxígeno, a través de  ese  contacto  crece en emociones, en seguridad y estrecha los vínculos con su entorno familiar.
Y las cosquillas, aún pareciendo un juego inocente e  inocuo, nos ayudan a estrechar esos lazos, al mismo tiempo que el  pequeño va tomando conciencia de su propio cuerpo. Además nos ayuda a  compartir instantes únicos e irrepetibles entre los padres y el bebé.
El primer  benefició  está, sin duda, en el plano emocional. A través de  este juego , los padres y el niño   crean un ambiente de confidencialidad y empatía, bajo el marco único de  la ternura a través de la diversión. El roce de las manos, e intercambiol visual, ayuda al pequeño a descubrir el placer de las relaciones humanas. 
Pero a medida que va creciendo, el adulto va añadiendo el factor sorpresa,  sorprendiéndole las cosquillas en aquel lugar que no espera, por lo  que, a través de este inocente juego, el bebé aprende a incorporar la  incertidumbre en su vida, algo que le servirá para ser un adulto más  abierto y libre ante los reveses de la vida.
 Aunque, generalmente, son aceptadas de buena gana no debemos olvidar que existen unos límites.  Primero debemos descubrir en que zonas prefiere que se le hagan las  cosquillas. Cada niño es distinto y todos guardamos algún lugar que no  nos resulta agradable que nos toquen. Tampoco debemos forzarle a jugar a  ello, especialmente si tiene hambre o sueño. También es preferible  hacerle cosquillas en la intimidad que ante el barullo de la gente.  Respetar siempre las decisiones del niño porque, lo que es un juego  divertido, puede convertirse en una pesadilla
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