miércoles, 11 de abril de 2012

ESTOS PEQUES


Los niños pequeños en fase de maduración cerebral tienden a pasar la mayor parte del tiempo durmiendo. Es necesario despertarlos, para alimentarlos, cada 3 o 4 horas.

Sin importar el cansancio tras el parto, usted siempre querrá detallar a su pequeño y conocer el color de sus ojos.

Pero él necesita recobrar la energía que le tomó salir del vientre y, durante su fase de maduración cerebral, dormirá la mayor parte del día y la noche. Asimismo, se despertará a comer cada 3 o 4 horas.

El bebé puede pasar su primer día de vida en los brazos de Morfeo y así será hasta los 3 meses, cuando se acostumbre a dormir entre 16 y 18 horas diarias al estabilizarse, naturalmente, el ritmo circadiano (ritmo o reloj biológico que permite que el organismo diferencie entre el día y la noche) y su vigilia sea de hasta 6 horas seguidas, usualmente por las tardes.

Sin embargo, no es un sueño de 16 o 18 horas seguidas, ya que se despierta abruptamente cada 2 o 4 horas durante unos cinco minutos, los cuales deben ser aprovechados por la madre para amamantarlo.

De acuerdo con la neuropediatra Olga Lucía Casasbuenas, “el sueño es importante para el niño, pues le permite descansar para que al despertar esté más activo, animado y, con el paso de los días y según la edad, desarrolle más fácil y mejor sus habilidades físicas y motrices”.

"Que los padres sigan rutinas ordenadas en casa y que, además, manejen expectativas realistas a la edad del niño estabiliza el ritmo circadiano para que duerma toda la noche”, explica la sicóloga especialista en desarrollo y crianza, Paula Bernal.

Así, a los 6 meses (cuando el bebé ya no necesita comer cada tres o cuatro horas) no será necesario despertarse a lo largo de la noche para alimentar al niño, excepto en los casos que indique el pediatra.

A pesar de las particularidades, los expertos sugieren que cuando el bebé tiene entre 1 y 4 semanas de vida, debe dormir entre 15 horas y media y 16 horas y media; entre los 4 y 12 meses, entre 14 y 15 horas (10 a 12 horas en la noche y 4 o 5 en el día); de 1 a 3 años, entre 11 y 14 horas por día (10 a 12 horas en la noche y 2 a 3 en el día); y entre 3 y 6 años, 10 a 12 horas en la noche, sin siesta diurna, pues esta solo se hace hasta los primeros 4 meses.

Aunque tenga que dormir tanto, el recién nacido debe alimentarse cada tres o cuatro horas. Pero a algunos infantes, ni siquiera el hambre los despierta por períodos de hasta seis horas.

En estos casos, es recomendable despertarlo para alimentarlo, ya sea quitándole la manta o algunas piezas de ropa; el frío cortará su pesado sueño. También es buena idea cambiarle el pañal, sacarle los gases y hacerle cosquillas en los pies, mejillas o quijada.

Un monstruo debajo de la cama

Hacia los 2 o 3 años comienzan a ser frecuentes las pesadillas o sueños angustiosos que tienen lugar en la fase MOR del sueño (movimiento ocular rápido, en inglés fase REM por Rapid Eye Movement).

Se asocian a ansiedades y miedos normales de la niñez, tales como la muerte de sus padres, perderse en un lugar extraño, ser abandonados o no ser amados, entre otros.

“Son momentos en que hay conciencia de sí mismo y de los peligros que corre en la cotidianidad. A los 2 años, son los monstruos de la televisión; a los 4, personajes como brujas y a los 7, miedo a amenazas reales, como ladrones o riesgos físicos como muerte propia o de sus padres”, indica la psicóloga experta en desarrollo y crianza, Cecilia Zuleta.

Agrega la neuropediatra Olga Lucía Casasbuenas: “surgen a partir de temores reales: el menor ve sombras, sueña que se entró un ladrón porque oye ruidos, etc. Ocurre la pesadilla, el niño despierta abruptamente y es difícil que se duerma de nuevo, porque tienen raíz en algo real”.

Aunque cada caso es particular, la mayoría de niños presentan períodos en que las pesadillas aparecen todas las noches; luego pasan días en que no las hay. Aunque son normales, hay maneras en que los padres pueden prevenirlas.

Por ejemplo, evitar que los niños vean programas de televisión o tengan contacto con videojuegos inapropiados para la edad y que contengan escenas de miedo y violencia.

De hecho, la psicóloga Paula Bernal sugiere que cerca de la hora del sueño el niño no vea mucha televisión, pues puede acostarse sobreestimulado y se le dificultará conciliar el sueño por sí mismo y las pesadillas serán más frecuentes.

“De la misma manera, los padres deben estar preparados para las pesadillas de sus hijos. Deben tener un monitor o la habitación debe estar cerca de la del niño para escuchar si grita y atenderlo lo más pronto posible”, explica Bernal.

¿Qué hacer en caso de pesadillas?

Aunque sea estresante levantarse a media noche por los gritos de su hijo, usted siempre debe darle apoyo. “Si los padres no están calmados, los niños lo notarán y esa tensión producirá más estrés. Por eso recuerde que el niño realmente tiene miedo y necesita seguridad y contención de su parte”, explica la psicóloga experta en desarrollo y crianza, Paula Bernal.

Hable con su hijo de la pesadilla; de este modo salen a flote los miedos del menor quien se dará cuenta que todos tienen solución gracias a la compañía de los padres. No lo desvalorice por tener este tipo de sueños, en cambio, dígale que usted lo ama, lo protege y entiende que tenga miedo, pero que es seguro donde está y que puede volver a dormir.

Quédese mientras se calma: aunque le reste un poco a su sueño, no le deje hasta que no esté tranquilo y/o se duerma. A veces una actividad como cantar una suave canción y leer un libro, ayuda.

“Usualmente, los niños tienen pesadillas y gritan dormidos. Usted solo debe estar con ellos si se despiertan y gritan. Si está dormido, puede esperar pues por lo general continúan durmiendo bien”, explica Bernal.

No permita que se pase a la cama de sus padres al cabo de una pesadilla, pues se generan hábitos inapropiados de sueño. “Además, —agrega Bernal— se enseña al menor que su cama no es segura. Lo mejor es acompañarlo hasta que se calme y vuelva a conciliar el sueño, por sí mismo, en su propia habitación”.

No le diga que sus pesadillas no son reales, pues para el niño sí lo son. En cambio, explíquele que todo el mundo las tiene y son parte normal de un mundo que existe en la cabeza, donde hay deseos, miedos, alegrías o tristezas. Así, el pequeño entenderá que sus pesadillas también expresan lo que él siente.

Si las pesadillas son recurrentes y se presentan en periodos extendidos, acuda a un profesional en psicología infantil pues “en ocasiones los conflictos familiares, el abuso en casa o en el colegio, o las enfermedades son bastante estresantes para los niños. Esto puede expresarse a través de las pesadillas”, agrega Bernal.

Es recomendable crear una rutina de buenos hábitos de sueño. Esto sirve de ayuda para que el niño no se estrese y confíe en su entorno. Recuerde dar siempre las ‘buenas noches’ y decirle a su hijo que le ama.

“No pierda la paciencia, cuando los niños están asustados, necesitan amor y seguridad, no regaños o reproches (esto solo creará mas miedos). Eventualmente, las pesadillas desaparecerán”, enfatiza Bernal.

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