lunes, 29 de marzo de 2010

NIÑOS QUE HASEN VALER SU OPINION

Alrededor de los tres años (algunos antes, otros después), los chicos empiezan a hacer valer su opinión cuando llega el momento de vestirse. Y es en este momento cuando podemos distinguir dos grupos de madres y padres con sus niños: los adultos enojados que “lucharon” con sus hijos y les hicieron poner lo que ellos creían más adecuado para la ocasión y los adultos que, con sonrisa resignada, van de visita a casa de la abuela con la nena en vestido de gala y ojotas de plástico o con las sandalitas blancas de los cumpleaños combinadas con el short más viejo y la remera de brillos.

Ante esto, las mamás que veníamos acostumbradas a elegir su ropa sin siquiera preguntarles, nos sentimos desconcertadas. El crecimiento de nuestros hijos y su cada día mayor independencia nos provoca sensaciones ambivalentes: por un lado, nos encanta verlos crecer; por el otro, nos asusta y nos provoca nostalgia ver que nuestros bebés van dejando de serlo (también porque nos enfrenta al paso del tiempo para nosotros mismos!).

Mientras tanto, tengamos en cuenta que a una persona que no tuvo desde pequeña la posibilidad de elegir, probablemente tenga dificultades para hacerlo en la adolescencia cuando deba tomar decisiones que van a ser muy importantes en su vida, como ser si va a fumar, si va a tomar alcohol en exceso para identificarse con su grupo, si se va a cuidar al tener relaciones sexuales, si va a poder elegir una carrera lo más libremente posible, etc.

Parece “tirado de los pelos” pensar en la relación entre estas elecciones y la elección de la ropa a los tres años, pero hay matrices, hay modalidades que desde chiquitos vamos incorporando y que, de adultos, influyen en nuestros actos.

Por eso es importante abrir para los chicos cada vez más espacios de decisión, porque a elegir se aprende (y a que otros elijan por uno, también), es sólo cuestión de detenernos a pensar qué queremos enseñarle a nuestros hijos.

Ahora, pasando a la práctica, una buena estrategia es decirles: “Elegí lo que te gustaría ponerte y mostramelo a ver si puede ser” (porque, por ejemplo, no puede salir con pulóver en enero, aunque sea su sweater preferido, regalo de la abuela).

Habrá momentos en los que saldrán con lo que eligieron (visitas a casa de amigos, de parientes, paseos, etc.) y otros en los que tendremos que explicarles que esta vez tiene que elegir, por ejemplo, entre alguno de estos vestidos y alguno de estos zapatos, porque se casa el tío y a la fiesta no queremos que vaya en zapatillas, pero cuáles serán estos momentos depende de cada familia y de su nivel de tolerancia.

El buen gusto es una cuestión cultural, muy personal, y que varía, también, a lo largo del tiempo. Seguramente a muchas mamás les ha pasado descubrirse en una foto con un conjunto que hoy en día no se pondrían ni para dormir y que, años atrás, estaba de última moda.

Lo más probable es que los hijos, a la larga, logren su estilo personal y puedan ir adaptándolo para que resulte adecuado a cada situación.

Por otro lado, y como siempre que reflexionamos sobre nuestras intervenciones con los hijos, tenemos que pensar qué lugar de importancia tiene este tema: se trata de mostrarles un valor que para nosotros es de gran importancia o se trata de que, a nuestros ojos, se vistan bien. Reconozcamos que es mucho más importante que puedan ser, por ejemplo, buenos amigos, que el hecho de que logran combinar todos los elementos de su vestuario.

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