Según los psicólogos, la clave está en gritar menos
y ser directo en lo que uno quiere, alabando aquello que los pequeños
hacen bien.
Un ama de casa estadounidense de 41 años, ha hecho todo lo posible
para que sus hijos (de 4 y 6 años) aprendan el valor de la disciplina,
pero al parecer, las técnicas más efectivas son aquellas usadas por los
expertos.
Estos procedimientos o "terapias" funcionan de la siguiente manera:
en vez de enfocarse simplemente en qué hacer cuando un niño se porta
mal, los padres deberían primero determinar qué tipo de conducta quieren
ver en sus hijos (que sean ordenados, que estén listos a tiempo para ir
a la escuela, que jueguen respetuosamente con tus hermanos). Después
deberían elogiar esas conductas cuando las vean. Deberían ser al menos
tres o cuatro elogios por buena conducta y para niños pequeños, los
elogios deben ser efusivos e incluir un abrazo o algún otro gesto de
afecto físico.
Según las técnicas de "capacitación de control para padres", cuando
un niño mete la pata, los padres deben implementar consecuencias
ligeramente negativas (como un tiempo muerto corto o una reprimenda
verbal sin gritos).
Hacerle ver a un niño que su mal comportamiento tiene consecuencias
va en contra de algunos consejos populares que dicen que los padres
solamente deberían alabar a sus hijos.
A largo plazo, los elogios regulares hacen que los niños sean más
propensos a obedecer, posiblemente porque la actitud positiva fortalece
la relación entre padres e hijos.
Los padres a menudo arruinan sus esfuerzos de disciplinar a sus hijos
al darles órdenes imprecisas y condicionales, o no concederles tiempo
suficiente para acatarlas. Al cruzar la calle, "una orden mala sería:
'ten cuidado'. Una orden buena sería: 'no sueltes mi mano'".
Estas técnicas funcionan con todas las edades, pero los psicólogos
enfatizan que cuanto más pequeños sean los niños, mejor. Una vez que
cumplen 10 u 11 años, la disciplina se vuelve mucho más difícil.
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