Lo has amado y cuidado desde el día en que lo trajiste a casa del hospital en donde nació. Te emocionaste mucho la primera vez que se sentó, sonreíste cuando aprendió a gatear y luego a caminar, y le aplaudiste cuando dijo sus primeras palabras. Los años en la escuela primaria se fueron volando y, de repente, ¡tu pequeño príncipe ó tu princesita está a punto de entrar ó ya está en la secundaria!
Y así te das cuenta que sus amigos han cambiado, su ropa ha cambiado y su actitud hacia ti también ha cambiado. Entonces te preguntas ¿Qué fue lo que pasó? … No mucho en realidad, simplemente “tu bebé” está creciendo.
Cambios, cambios y ¡más cambios!
Cuando los niños llegan a sus años de pre-adolescencia ó pubertad, hay una gran cantidad de cosas que les comienzan a suceder al mismo tiempo. No solamente se encuentran con un cuerpo completamente diferente al que tenían unos meses atrás, sino que también es el momento en el que descubren que viven en una sociedad en donde hay diferentes grupos de personas que son clasificados de acuerdo a su personalidad, en lugar de ser simplemente ser diferenciados por su edad. ¿Y ellos cómo van a definir su personalidad? A través de su medio ambiente.
Su independencia se convierte de repente en un factor muy importante en su vida. El ó ella empiezan a utilizar términos que tú quizás nunca hayas oído ó que tenían un significado completamente diferente cuando eras más joven. Tanto ha cambiado, que las madres muchas veces nos encontramos “perdidas” entre tanta novedad, y la primera reacción suele ser que confundamos estos cambios con rebeldía; y esto naturalmente crea fricciones entre los hijos y la madre.
El castigo y el niño pre-adolescente
Para los niños y niñas de entre los 10 y 13 años, la experiencia de encontrarse a sí mismos es una que involucra mucho ensayo y error. Como madre, nunca es bueno castigar a tu hijo por probar cosas nuevas. Puedes no estar de acuerdo con la nueva moda de tu hija ó los nuevos amigos de tu hijo, pero definitivamente no es tu trabajo el tomar esas decisiones por ellos. Si tu hijo cae en “mala compañía”, por ejemplo, cigarro ó alcohol, lo mejor que puedes hacer es hablar con él (con la mayor calma posible) y hacerle saber claramente las consecuencias de esas acciones.
Decirle a un pre-adolescente “no” ó castigarlo sin una explicación sólo empeorará las cosas. Cuanto más intentes detenerlo de vivir una experiencia, más posibilidades hay que haga todo lo posible por vivirla. Si mantienes la línea de comunicación abierta, te será mucho más fácil sobrellevar esta fase de la vida de tus hijos. Una cosa que siempre debes tener en cuenta es que los pre-adolescentes generalmente hacen lo que quieren para conseguir una reacción y hacerse notar. Si no hay reacción, entonces no tiene sentido para ellos hacer algo “indebido”.
Escucha sin juzgar
Los pre-adolescentes generalmente tienen dificultades para hablar con sus padres. No es “cool” hacerlo. Seguramente sus amigos saben más de lo que está pasando en la vida de tu hijo de lo que tú te has enterado. Pero simplemente recuerda: ¿Tus padres estaban enterados de lo que tú hacías durante esa etapa de tu vida? Viendo atrás seguramente te ríes de esos momentos, ya que a esa edad siempre hay maneras de ocultar las pruebas de lo que “traíamos entre manos”.
Por eso, nunca tomes su actitud como algo personal, y entonces tendrás una mejor posibilidad de que tu hijo te dé más información sobre su vida. Nunca lo presiones a hablar contigo, ya que eso hará que se distancie más. Cuando te diga algo, escucha sin juzgar. Por lo general no estará buscando una respuesta ó un consejo, simplemente quiere contarte una historia.
En pocas palabras: la experiencia es la mejor maestra en la vida. Haz lo posible para no obstaculizar las experiencias de tu hijo pre-adolescente y permítele tomar sus propias decisiones (dentro de lo razonable, por supuesto). El ó ella va a pasar por esta etapa mucho más fácil y felizmente pensando que es independientes y responsable de sus propios errores.
Para ti, como madre, también será más fácil ajustarte a esta etapa sabiendo que estás haciendo lo mejor para tu hijo. Y aunque el ó ella no te lo demuestre, seguro lo apreciará mucho más.
No olvides que está creciendo y eso es algo que no puedes cambiar. Así que lo mejor es aprender a amar el momento y disfrutar la experiencia.
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