Educando
Cuando los padres hacen de hermanos mayores
Es el recurso que tiene más a mano la pareja cuando se separa: regresar uno de los miembros o los dos a sus respectivos hogares de origen. Pero ese retorno, «a casa de papá y mamá», de una persona adulta, casada, que se ha separado de su pareja, no es un volver a empezar constructivo y positivo, sino una auténtica regresión, en el sentido que damos los psiquiatras: retroceso a etapas anteriores de la vida. Es decir, se empequeñecen.
El regreso del padre o de la madre a casa de sus progenitores sacude y cambia el escalón jerárquico de la familia, de tal manera que el hijo se encuentra, de pronto, con que sus padres han pasado a ser, artificialmente, «sus hermanos mayores». Pero unos «hermanos» golpeados por la vida, que ya no representan tanto modelos adultos con los que identificarse. Además, podemos encontrarnos con unos abuelos con ansias de ejercer de padres y unos nietos predispuestos a sentirse hijos de los abuelos… ¡y ya la tenemos armada!
Así pues, una cosa es que una familia lateral (entiéndase aquí la importancia de la red de parientes y amigos en estos casos) o los propios abuelos presten un servicio esporádico al hijo separado con hijos, que presenta serias dificultades económicas y afectivas, y también den amparo a los niños en esta situación crítica, y otra, siempre perjudicial, es que los abuelos se conviertan en los padres que quieran educar a sus nietos, tomándolos por hijos. Quiero que quede claro que es tan malo que el niño vaya a casa de unos abuelos que censuran a su hijo por haberse separado, como que vaya a casa de unos abuelos que se alegran con la separación porque así podrán convertirse en padres de sus queridos nietos. Créanme, la experiencia profesional me ratifica la conveniencia de que los padres separados, tan pronto como las circunstancias lo permitan, reanuden su propia vida en su propia casa y ejerzan como padres de sus propios hijos
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