Los factores que modifican y condicionan el comportamiento alimentario son múltiples. Además de circunstancias como el entorno o la presentación, la compañía se revela como uno de los aspectos más influyentes, que determina la cantidad de alimentos que se ingieren.
Un reciente estudio científico desvela que tanto el grado de relación con el resto de comensales como su peso son factores que afectan al volumen de comida que consumen los niños y adolescentes. No obstante, otras variables alteran las complejas relaciones entre la ingesta y el entorno social, a la vez que dificultan la posibilidad de aportar un consejo válido para todo el mundo, nos informan
Comer con conocidos mejora la ingesta
La conducta alimentaria de niños y adolescentes depende de la compañía. Un estudio publicado en la prestigiosa revista American Journal of Clinical Nutrition constató este extremo, tras analizar el comportamiento de 72 menores. Para poner de manifiesto los objetivos planteados, en el ensayo se brindó a los participantes la posibilidad de jugar por parejas a la vez que se les ofrecían distintos tipos de snacks. Se dejaba jugar a los niños, en unos casos, junto con un amigo y, en otros, con una persona desconocida de su misma edad.
El ensayo se ha llevado a cabo tras analizar el comportamiento de 72 menores de edades de 9 a 15 añosEl ensayo llevado a la práctica entre jóvenes de ambos sexos, con edades entre 9 y 15 años, reflejó que todos los niños comían más cantidad de alimentos cuando estaban en compañía de un amigo que cuando compartían espacio con un desconocido. Aunque al principio se clasificó a todos los jóvenes en función de su peso (con y sin sobrepeso), el patrón de comportamiento se repitió en toda la muestra, con independencia de este parámetro.
Esta misma pauta de conducta ya se ha confirmado en otras ocasiones y no es exclusiva de la población juvenil. Comer más calorías cuando se comparte una comida con amigos es también una práctica frecuente entre los adultos. Algunas de las conclusiones de otros estudios apuntan que las personas mayores se vuelven más cuidadosas cuando no conocen a la persona o grupo de personas con quienes comen.
Ya sea por cuestiones de educación, por mantener las maneras y las formas en la mesa, o por "qué dirán o pensarán" el resto de comensales, al comer con desconocidos se ingiere una cantidad de calorías menor. En sentido contrario, comer con amigos y conocidos facilita un mayor grado de confianza y una sensación de permisividad, que a su vez favorece llevar a cabo ciertos excesos que con frecuencia se traducen en una ingesta más voluminosa.
El peso de los comensales
En el mismo estudio quedó en evidencia que cuando un niño con sobrepeso comía en compañía de otro en su misma situación, el volumen de la comida era mayor que cuando lo hacía con alguien de peso normal. Sin embargo, al controlar a los menores con un peso considerado como saludable, se observó que mantenían unos volúmenes de ingesta más constantes en el tiempo, con independencia del peso del compañero de juego y comida.
Los autores del estudio apuntan hacia la idea de que cuando un niño tiene sobrepeso, el hecho de comer con otra persona en su misma situación podría suponer un efecto sinérgico, facilitador, para realizar ingestas de mayor contenido energético, tanto si éste es un amigo como si no. Parte de las conclusiones del estudio ratifican la dificultad de prolongar en el tiempo cambios en el estilo de alimentación cuando el entorno de amistades o de conocidos no ayuda.
Un reciente estudio científico desvela que tanto el grado de relación con el resto de comensales como su peso son factores que afectan al volumen de comida que consumen los niños y adolescentes. No obstante, otras variables alteran las complejas relaciones entre la ingesta y el entorno social, a la vez que dificultan la posibilidad de aportar un consejo válido para todo el mundo, nos informan
Comer con conocidos mejora la ingesta
La conducta alimentaria de niños y adolescentes depende de la compañía. Un estudio publicado en la prestigiosa revista American Journal of Clinical Nutrition constató este extremo, tras analizar el comportamiento de 72 menores. Para poner de manifiesto los objetivos planteados, en el ensayo se brindó a los participantes la posibilidad de jugar por parejas a la vez que se les ofrecían distintos tipos de snacks. Se dejaba jugar a los niños, en unos casos, junto con un amigo y, en otros, con una persona desconocida de su misma edad.
El ensayo se ha llevado a cabo tras analizar el comportamiento de 72 menores de edades de 9 a 15 añosEl ensayo llevado a la práctica entre jóvenes de ambos sexos, con edades entre 9 y 15 años, reflejó que todos los niños comían más cantidad de alimentos cuando estaban en compañía de un amigo que cuando compartían espacio con un desconocido. Aunque al principio se clasificó a todos los jóvenes en función de su peso (con y sin sobrepeso), el patrón de comportamiento se repitió en toda la muestra, con independencia de este parámetro.
Esta misma pauta de conducta ya se ha confirmado en otras ocasiones y no es exclusiva de la población juvenil. Comer más calorías cuando se comparte una comida con amigos es también una práctica frecuente entre los adultos. Algunas de las conclusiones de otros estudios apuntan que las personas mayores se vuelven más cuidadosas cuando no conocen a la persona o grupo de personas con quienes comen.
Ya sea por cuestiones de educación, por mantener las maneras y las formas en la mesa, o por "qué dirán o pensarán" el resto de comensales, al comer con desconocidos se ingiere una cantidad de calorías menor. En sentido contrario, comer con amigos y conocidos facilita un mayor grado de confianza y una sensación de permisividad, que a su vez favorece llevar a cabo ciertos excesos que con frecuencia se traducen en una ingesta más voluminosa.
El peso de los comensales
En el mismo estudio quedó en evidencia que cuando un niño con sobrepeso comía en compañía de otro en su misma situación, el volumen de la comida era mayor que cuando lo hacía con alguien de peso normal. Sin embargo, al controlar a los menores con un peso considerado como saludable, se observó que mantenían unos volúmenes de ingesta más constantes en el tiempo, con independencia del peso del compañero de juego y comida.
Los autores del estudio apuntan hacia la idea de que cuando un niño tiene sobrepeso, el hecho de comer con otra persona en su misma situación podría suponer un efecto sinérgico, facilitador, para realizar ingestas de mayor contenido energético, tanto si éste es un amigo como si no. Parte de las conclusiones del estudio ratifican la dificultad de prolongar en el tiempo cambios en el estilo de alimentación cuando el entorno de amistades o de conocidos no ayuda.
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