miércoles, 13 de octubre de 2010

LOS ADOLESCENTE DE HOY





Una primera y particular característica de los adolescentes es que, a diferencia de las generaciones pasadas, han crecido como meros sujetos de derechos. Los padres, en tanto que padres, se ven como meros sujetos de deberes para con sus hijos, con mucho desconcierto al plantearse frente a los hijos como iguales. “Los hijos, de tanto ser mirados, estudiados, analizados y protegidos han acabado situándose en el pedestal en el que nosotros, los adultos, les hemos erigido. Un pedestal de base estrecha, poco sólida, pedestal alto, muy alto desde el que miran, más hacia abajo que hacia el horizonte, viendo a sus padres temerosos, haciéndoles preguntas, dándoles recomendaciones para que no se caigan, desplegando redes protectoras por doquier, por si, a pesar de todo, se caen...”
Los adolescentes de hoy ya no toleran la imposición ciega. La “obediencia” no es una virtud suya. Por el contrario, les ha tocado vivir una época de absoluta desobediencia, en la que se ha puesto socialmente en tela de juicio a los adultos y sus escalas de valores. Tal situación al interior de las familias, los ha acostumbrado a un trato que, sin ser democrático del todo, no es autoritario. En la familia se han acostumbrado a participar en muchas de las decisiones que les afectan y suelen estar muy poco dispuestos a la imposición de diversos tipos que frecuentemente se presenta en el colegio, no sólo respecto a las normas de convivencia, sino especialmente a lo que se debe o no aprender.

Por otra parte, los adolescentes “no encuentran entre los adultos los modelos ideales, y es que esta sociedad está perdiendo el espejo, toda representación es puesta en duda y está en crisis. No es extraño tampoco, que en una sociedad donde los adultos perciben (y se expresan) de manera diferente, sea conflictiva la identificación con ídolos provenientes del mundo adulto, y busquen aquellos pares que puedan ser elevados a tal condición pero con una transitoriedad propia de la vida al instante.”
Han nacido y viven en un medio hiperinformado y en el que la información llega produciendo no sólo impactos intelectuales sino fuertemente sensibles. “Los adolescentes de hoy que a los quince años tienen más horas de televisión y de computadoras que cualquier adulto, recibieron educación visual de los medios y ven el mundo ‘patas para arriba’ con absoluta naturalidad.”
La información y el conocimiento que obtienen en el medio extraescolar (cada vez más abundante y a través de la televisión, el cine y los juegos) no llega a ellos de manera fragmentada y organizada disciplinariamente, sino más bien en situaciones reales o realistas y en totalidades con sentido. “De los lenguajes televisivos, el más revolucionario de la última década, y con más adhesión adolescente, es sin duda el video-clip, que requiere una elevada interacción de todos los sentidos para componer la combinación de música, relato e imágenes que se modifican vertiginosamente, creando una sensación de yuxtaposición por la repetición fragmentaria que se perciben como simultáneas (mosaico), técnicas harto reconocidas por los comunicadores de las sociedades orales, "mezcla de tiempos, géneros, estilos, valores y soportes; incorpora el movimiento y la celeridad como cultos que provocan, finalmente, la discontinuidad de las imágenes. Las nociones de fragmento y la repetición son esenciales, porque la composición se construye a partir de ellas" (La Gaceta, 

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