El TDA o trastorno de déficit de atención puede definirse como una condición presente en el individuo caracterizada por dificultad para el control de impulsos, para centrar atención en el desarrollo de tareas y en algunos casos , por un exceso de actividad corporal, que interfiere en el aprendizaje escolar, el control conductual y la interrelación social. Hay autores que sostienen que esta condición tiene una base neurobioquímica y sus síntomas pueden incrementarse por una serie de factores de tipo socio/familiar y/o escolar. Es importante destacar que el diagnóstico de TDA es motivo en la actualidad de amplia discusión entre la población de profesionales dedicados al área de la salud. Entre psicólogos, psiquiatras y neurólogos existen amplias discrepancias con respecto a la fiabilidad de los diagnósticos y con respecto a la existencia o no de este trastorno. Así como hay discrepancias con respecto al diagnóstico también lo hay con respecto al tratamiento que es necesario implementar en estos casos. El que se usa con mayor frecuencia es medicar a los niños con fármacos como metilfenidato o atomoxetina, entre otros, sin embargo, existen otras opciones.
¿Por qué NO MEDICAR a los niños con TDA?
Hay varias razones para hacer este planteamiento:
1. El diagnóstico de TDA es incierto. Con frecuencia escuchamos que: “Hay que hacer un buen diagnóstico, con todas las pruebas y exámenes neurológicos correspondientes para que haya certeza y el diagnóstico sea fiable”. Hasta este momento, no existe NINGUNA PRUEBA ni neurológica, ni endocrina, ni un estudio de imágenes, ni un examen de laboratorio que nos confirme que un niño (ni un adulto) tiene TDA. El diagnóstico es CONDUCTUAL resultando preocupante la cantidad de cuestionarios y test que han surgido con motivo del TDA, muchos de los cuales dan resultados poco fiables, abultando las cifras del diagnóstico. Ante un diagnóstico incierto y confuso no se debe optar por medicar a los niños sin probar antes otras alternativas.
2. En segundo lugar están los posibles efectos secundarios. En relación a Strattera (atomoxetina) el laboratorio que la produce señala que 4 de cada 1.000 niños que ingieren esta droga puede llegar a tener ideas suicidas. A consulta psicológica llegan niños con ideas suicidas o con rasgos de depresión generados por este medicamento. Con el metilfenidato (Ritalín, Concerta, Rubifén, Medikinet) que es una de las drogas más utilizadas en el tratamiento del TDA ocurre que es una anfetamina, droga potencialmente adictiva aunque los defensores del uso de los fármacos en el TDA digan que no. El metilfenidato está catalogado como una droga similar a la cocaína. Todos los fármacos utilizados pora el TDA además, pueden producir otros efectos secundarios como dolor de estómago, inapetencia, trastornos en el crecimiento, tics, etc.
3. Existen terapias alternativas que pueden brindar amplios beneficios a los niños con TDA, entendiendo por Terapias Alternativas todas aquellas intervenciones que, a través de agentes primarios no químicos pretenden mejorar la calidad de vida de personas tanto sanas como con algún diagnóstico de disfuncionalidad. Entre estas terapias pueden señalarse: bioterapia, reeducación conductual, terapia cognitivo-conductual, terapia visual, terapia auditiva, terapia de reorganización neurológica, etc. Cada niño recibirá la terapia correspondiente de acuerdo a los resultados de la evaluación psicológica practicada.
Las terapias alternativas funcionan. Antes de empezar a tratar a un niño es indispensable practicar una evaluación psicológica exhaustiva que refleje las áreas de disfuncionalidad y/o inmadurez del niño, y sobre esa base se sugerirán cuáles son las terapias correspondientes.
¿Por qué NO MEDICAR a los niños con TDA?
Hay varias razones para hacer este planteamiento:
1. El diagnóstico de TDA es incierto. Con frecuencia escuchamos que: “Hay que hacer un buen diagnóstico, con todas las pruebas y exámenes neurológicos correspondientes para que haya certeza y el diagnóstico sea fiable”. Hasta este momento, no existe NINGUNA PRUEBA ni neurológica, ni endocrina, ni un estudio de imágenes, ni un examen de laboratorio que nos confirme que un niño (ni un adulto) tiene TDA. El diagnóstico es CONDUCTUAL resultando preocupante la cantidad de cuestionarios y test que han surgido con motivo del TDA, muchos de los cuales dan resultados poco fiables, abultando las cifras del diagnóstico. Ante un diagnóstico incierto y confuso no se debe optar por medicar a los niños sin probar antes otras alternativas.
2. En segundo lugar están los posibles efectos secundarios. En relación a Strattera (atomoxetina) el laboratorio que la produce señala que 4 de cada 1.000 niños que ingieren esta droga puede llegar a tener ideas suicidas. A consulta psicológica llegan niños con ideas suicidas o con rasgos de depresión generados por este medicamento. Con el metilfenidato (Ritalín, Concerta, Rubifén, Medikinet) que es una de las drogas más utilizadas en el tratamiento del TDA ocurre que es una anfetamina, droga potencialmente adictiva aunque los defensores del uso de los fármacos en el TDA digan que no. El metilfenidato está catalogado como una droga similar a la cocaína. Todos los fármacos utilizados pora el TDA además, pueden producir otros efectos secundarios como dolor de estómago, inapetencia, trastornos en el crecimiento, tics, etc.
3. Existen terapias alternativas que pueden brindar amplios beneficios a los niños con TDA, entendiendo por Terapias Alternativas todas aquellas intervenciones que, a través de agentes primarios no químicos pretenden mejorar la calidad de vida de personas tanto sanas como con algún diagnóstico de disfuncionalidad. Entre estas terapias pueden señalarse: bioterapia, reeducación conductual, terapia cognitivo-conductual, terapia visual, terapia auditiva, terapia de reorganización neurológica, etc. Cada niño recibirá la terapia correspondiente de acuerdo a los resultados de la evaluación psicológica practicada.
Las terapias alternativas funcionan. Antes de empezar a tratar a un niño es indispensable practicar una evaluación psicológica exhaustiva que refleje las áreas de disfuncionalidad y/o inmadurez del niño, y sobre esa base se sugerirán cuáles son las terapias correspondientes.
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