El castigo es un recurso más para educar a nuestros hijos, y se basa en el principio de que si obtenemos una consecuencia negativa de algo que hemos hecho mal, no lo volveremos a repetir. Pero éste no es el único recurso, de hecho, debería ser el último a utilizar.
Cada persona, padre o hijo es diferente. No existe una receta educativa que sirva para todos. La finalidad de este artículo es definir una base en la cual poder construir las paredes de la educación de nuestros hijos, aunque éstas puedan tener distintos colores.
Cada persona, padre o hijo es diferente. No existe una receta educativa que sirva para todos. La finalidad de este artículo es definir una base en la cual poder construir las paredes de la educación de nuestros hijos, aunque éstas puedan tener distintos colores.
Priorizar normas y conductas
Las normas se rigen por la brevedad y la claridad. Es mejor tener pocas que se cumplan, que demasiadas inalcanzables.
No queremos que el esfuerzo de educar a los hijos se convierta en un clima negativo, de prohibición y gritos. Por este motivo, debemos aprender a dar órdenes y a cumplirlas.
Dar una orden
Nuestra actitud debe ser firme. Tenemos que mostrar que creemos en todo lo que decimos y que aquello no es broma. No es necesario gritar ni enfadarse para que los niños sepan que lo que decimos o pedimos va en serio. Evitad las amenazas y las oraciones negativas como si no comes no iremos al parque. Es mejor cambiarlo por después de comer iremos al parque.
Paciencia y ser firmes
Debemos ser COHERENTES, CONSECUENTES Y PACIENTES. Coherencia en el sentido de mostrar siempre la misma actitud delante de los mismos comportamientos. ¿De qué sirve si un día le avisamos de que no nos gusta que se ponga de pie en el sofá, y al día siguiente le dejamos saltar en él?
La consecuencia se alcanza cuando medimos nuestras palabras y respetamos lo que hemos pronunciado. Una niña no quiere recoger los juguetes porqué desea ver los dibujos de la tele. Su padre le pide que recoja los juguetes y después podrá ver la tele. Insiste pero no hay manera. La niña termina viendo los dibujos y el padre recogiendo los juguetes. La interpretación de la niña es: “Si me niego a hacerlo, no pasará nada, al final podré ver la tele”.
La paciencia es la virtud de saber esperar, aunque al principio parezca que nuestros esfuerzos son inútiles. La educación no se aprende ni recibe en dos días, sino a lo largo de toda la vida.
Aún manteniendo una actitud firme, pedir claramente las cosas y ayudar a realizarlas, hay veces que no conseguimos que nuestros hijos obedezcan. En estas situaciones nos planteamos si debemos recurrir a alguna consecuencia más, como puede ser una amenaza, un grito o la pérdida de algo deseado.
La consecuencia se alcanza cuando medimos nuestras palabras y respetamos lo que hemos pronunciado. Una niña no quiere recoger los juguetes porqué desea ver los dibujos de la tele. Su padre le pide que recoja los juguetes y después podrá ver la tele. Insiste pero no hay manera. La niña termina viendo los dibujos y el padre recogiendo los juguetes. La interpretación de la niña es: “Si me niego a hacerlo, no pasará nada, al final podré ver la tele”.
La paciencia es la virtud de saber esperar, aunque al principio parezca que nuestros esfuerzos son inútiles. La educación no se aprende ni recibe en dos días, sino a lo largo de toda la vida.
Aún manteniendo una actitud firme, pedir claramente las cosas y ayudar a realizarlas, hay veces que no conseguimos que nuestros hijos obedezcan. En estas situaciones nos planteamos si debemos recurrir a alguna consecuencia más, como puede ser una amenaza, un grito o la pérdida de algo deseado.
Castigar como último recurso
Ingnorar la conducta no deseada
Retirar la atención
Retirar un juguete o actividad
Estos tres tipos de consecuencias (retirar la atención, ignorar la conducta o retirar un objeto) siempre tienen que ser advertidas antes de aplicarse, y, sobretodo, debemos acompañarlas de la enseñanza del comportamiento correcto y su posterior felicitación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario