“Me siento como una persona mayor, ya he vivido toda una vida”, cuenta Freddy, un joven boliviano que a sus 16 años deja atrás un duro pasado. Su infancia estuvo marcada por la violencia familiar, de la que escapa al decidir desesperadamente vivir en la calle, con apenas 10 años de edad. Allí, en las calles de Santa Cruz de la Sierra sufrió no sólo por él, sino por los otros chicos. “Veía su dolor, su gran necesidad de que alguien les apoyara, les escuchara”, apunta Freddy, que desea trabajar para que otros chicos no pasen por ese sufrimiento. Desde hace 4 años ya no está expuesto a la violencia, a la represión policial, a los abusos sexuales, físicos o psíquicos que conlleva vivir en la calle. Está acogido en uno de los hogares de una de las siete organizaciones pertenecientes a la Fundación plataforma Unidos , institución que trabaja para mejorar la situación de los niños y adolescentes que viven en la calle o están en riesgo de ello en Santa Cruz de la Sierra.
Esta ciudad es la más próspera de Bolivia, genera el 30% del PIB del país. Sin embargo, esta riqueza también tiene una cruz: atrae a miles de familias procedentes de otros departamentos y regiones interiores, que emigran con la esperanza de un futuro mejor y acaban viviendo en los barrios periféricos de la urbe, donde se concentra la mayor miseria. De muchas de estas barriadas, como Villa Primero de Mayo, Plan tres mil o La Pampa, proceden muchos de los cerca de 800 menores que viven en las calles de la ciudad cruceña. El 85% de ellos ha tenido que trabajar a los pocos años. Son más de 8.000 los menores que viven en esta ciudad que para ayudar a sus familias desempeñan oficios que van desde carretilleros, lustrabotas, canillitas o voceros en los micros. Los expertos, como recojo en el libro “Los niños de la calle en Bolivia”, apuntan que es importante que se tomen medidas preventivas para que estos pequeños no crucen la delgada línea que los separa de trabajar a vivir en la calle.
En la calle también hay sueños. Pero pronto aparecen las pesadillas. Las drogas les arrebatan cualquier posibilidad de cambio. La mayoría de estos niños y adolescentes consumen pegamento o clefa, y los que más dinero manejan optan por la pasta de base de coca. Con el pegamento, consiguen olvidar el frío, el hambre y el pasado, marcado en el 90% de casos por un maltrato familiar, como es el caso de Freddy y Fernando, quien también vivió en la calle, antes de ingresar en un hogar de la Fundación Plataforma Unidos. “La calle no es un buen lugar. Las personas del Gobierno, de la Defensoria de la niñe Adolescenciaz , nos deben sacar. Un niño que ahora tiene 8 años y vive en la calle puede ser el futuro de Bolivia. Necesitamos que nos ayuden a tomar buenas decisiones, que no decidan por nosotros, pero que nos aconsejen para tomar un camino adecuado”, asegura.
Estos dos jóves tienen esperanza en el futuro. Forman parte del total de 25 jóvenes, con más de 12 años, que asistieron y expusieron su voz en el Foro Suramericano “Por la defensa de los derechos de los niños, niñas, adolescentes y jóvenes en situación de calle”,, que tuvo lugar el 27 y 28 de agosto en Santa Cruz de la Sierra. Este encuentro fue organizado conjuntamente por la Fundación Plataforma Unidos y el Proyecto Alianza Maya Paya Kimsa-GVC , apoyado por la ON G belg Volens y la Unión Europea. Contó con la participación de más de 125 profesionales pertenecientes a oenegés e instituciones latinoamericanas, así como responsables políticos departamentales de Bolivia, con el fin de fomentar ideas y compartir las experiencias sobre la niñez que vive en la calle.
“Es la primera vez que tiene lugar un encuentro de este tipo. Vivir en la calle vulnera todo tipo de derechos. No podemos tolerarlo, es nuestro deber no permitir que haya menores en la calle”, apuntó Ximena Rojas, directora de la Fundación Plataforma Unidos.
Por otra parte, desde la Fundación Maya Paya Kimsa, Juan Pablo Castro, director en la ciudad de El Alto, hizo un llamamiento: “Se nos están muriendo los niños en las calles. Tenemos que encontrar mecanismos para solucionarlo, caminemos juntos, construyamos otra realidad. Tenemos estrategias terapéuticas para aplicar con ellos. La calle no tiene sentimientos, conlleva sufrimiento. Hay que apoyar a estos chicos, para que tengan carnet, que busquen trabajo y poco a poco se vayan alejando de la calle”.
Samuel es uno de estos chicos que duermen hoy día en las calles de Bolivia, donde se calcula que el número asciende a 1.600 y en el conjunto de Latinoamerica alcanza los 40 millones. Las drogas, el sufrimiento y las malas compañías hacen que les sea difícil la rehabilitación. Pero no hay que olvidarlos, “hay que creer que se pueden recuperar. Todos tienen algo en común: han sufrido experiencias muy traumáticas, la mayoría han sido abusados sexualmente, hay que ayudarles”, apuntó Paolo Trevisanato, perteneciente al Proyecto Don Bosco en Santa Cruz de la Sierra
“La discriminación que sufrimos no nos ayuda para nada. Lo que necesitamos es amor”, precisó Freddy. Esta idea también fue expuesta por Cleotilde Morales, directora de la organización Calle Cruz, durante su intervención en este Foro Suramericano: “Todos estos chicos han perdido los vínculos familiares. El problema es coyuntural, debemos crear las políticas públicas necesarias. El Estado debe invertir bastantes recursos para solucionarlo, de ello depende el futuro de Bolivia”.
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