Este texto de un psicopedagogo (aunque un poco extenso, pero no por eso menos importante); habla sobre qué hacer y no hacer cuando llega un segundo hijo a la casa. Es muy importante tenerlo en cuenta, ya que sabemos que los niños son celosos por naturaleza. Luis Ramos en este texto, nos da a conocer que los niños tienen que sentirse seguros de que no van a ser desplazados de su lugar de 'príncipes', por el hermanito que viene en camino. Por eso quiero que lean este texto y lo disfruten y saquen el máximo de provecho, para así poder llevarlo a cabo.
"Tras nueve meses de feliz espera, llega a casa un nuevo hermanito. ¡Toda la familia está loca de alegría! ¿Toda?: no. Al menos no siempre. El hermano mayor mira con recelo al recién llegado. Podemos considerar la figura del “príncipe destronado” como un universal cultural, es decir, se trata de un fenómeno, el de los celos, tan frecuente y cotidiano como complicado de manejar en ocasiones.
Los celos son una manifestación emocional que se traduce en conductas absolutamente normales y esperables en el niño pequeño ante la llegada de un nuevo hermanito. Basta con ponerse en el lugar del niño que hasta ese momento ha recibido todo el afecto y la atención de sus padres con exclusividad. De repente, sus figuras de apego e identificación dejan de prestarle toda la atención… ¡por otro!: el niño llega a creer firmemente que ha perdido el amor de sus padres.
El niño encuentra lógico (porque percibe una relación causa-efecto), que el nuevo hermanito le ha apartado del cariño de sus padres, que se ha convertido en un rival (sobre todo si ambos hermanos son del mismo sexo).
*Los signos de alarma
Las conductas que revelan estos mecanismos psicológicos suelen reducirse a llamadas de atención, (conscientes e inconscientes) que adoptan muy diferentes formas
-Desobediencia, oposición o negativismo hacia la autoridad paterna.
-Conductas regresivas (como volver a hacerse pis en la cama).
-Tristeza.
-Conductas con las que manifieste su rechazo hacia el nuevo hermanito e incluso conductas agresivas y violentas.
*Enséñale a querer a su nuevo hermanito
Cuento más pequeño, más lo notará
Las manifestaciones del “príncipe destronado” variarán en intensidad según la edad del niño. Cuanto más pequeño, más difícil le resultará superarlo, menos herramientas posee para manejar la nueva situación y adaptarse a ella (hasta los 6/7 años el egocentrismo es la nota predominante en su afectividad, y por ello le costará mucho ponerse en el lugar de los otros). Por otro lado, cuanto más pequeño, mayor es la dependencia con respecto a sus padres.
Indudablemente la existencia o no de otros hermanos es un factor determinante, pero aquí consideramos el caso más “grave” que es aquel que se produce con la llegada del segundo hijo.
Qué hacer antes de la llegada del hermanito
Explicarle qué es lo que va a suceder: “adaptándonos a su nivel” de comprensión y a su visión de la realidad le explicaremos algunas de las consecuencias directas que va a tener la llegada de un nuevo hermanito sobre su vida, tanto las positivas, como las “negativas”: cambio de cuarto, compartir las cosas, ayudar a mamá y a papá, tener nuevos juguetes, hacer de hermano mayor… Debes tener en cuenta que el niño tiene que aprender a “ser hermano”, y que ser el hermano mayor no es siempre fácil.
Hacer los cambios necesarios en la casa antes de que nazca, de manera que el niño pueda colaborar y participar en ellos, reforzándole cuando lo haga: preparar las cosas para el bebé, ordenar los armarios, cambios en la habitación, etc… Aprovecha para hablarle al niño de la etapa en la que él fue un bebé pequeño, y cómo durmió en la misma cunita, y como mamá y papá prepararon las cosas con tanta ilusión para él como ahora hacen para su hermanito.
Por último lo más obvio y lo más complicado: evita que toda vuestra vida gire en torno a la llegada del nuevo hermanito.
Cuando ya haya nacido el nuevo hermanito
En primer lugar ten en cuenta que por mucho que lo hayamos previsto, será normal que el niño tenga celos, en mayor o menor medida, aunque no lo manifieste.
El niño debe participar, a su nivel, en las nuevas actividades de la familia, como uno más.
Aprovecha cualquier actividad para referirte a la nueva estructura familiar, y así el niño irá interiorizando los cambios: ahora los planes de comida, de salir, de viaje… ¡son para uno más!
No conviene abusar del empleo de terceras personas para cuidar al hermano mayor, justo en este momento lo interpretará como un abandono (cuando haya hermanos mayores esta sensación de desapego será menor).
Todos los padres explican a sus hijos que tener un hermanito pequeño es más divertido, que hace mucha compañía, que se puede jugar con él… Pero al niño de cuatro años que busca la satisfacción inmediata de sus deseos le costará imaginar cómo ese mico que sólo come y duerme, puede convertirse en un compañero de juegos. Aprovecha cualquier oportunidad lúdica en la que puedan participar los dos hermanos para favorecer las interacciones. En muchos de los juegos que realizan los adultos con el bebé pequeño, se puede dar cabida al hermano mayor: por ejemplo contando cuentos en los que aparezcan dos hermanos; o facilitando que el hermano mayor haga algún regalo al pequeño cuando necesitéis comprar algo para éste.
Ignora las conductas negativas recurrentes con las que el niño pretende llamar la atención, y refuerza los comportamientos de “verdadero hermano mayor”, o cuando el niño demuestra un verdadero interés y un esfuerzo por superar sus celos con gestos de cariño.
Se deben evitar las comparaciones.
Ambos padres deben dedicar, juntos y por separado, un tiempo exclusivo a cada niño (sobre todo al hermano mayor, ya que el bebé pequeño recibirá siempre más cuidados). Podemos explicar a nuestro hijo que mamá y papá tienen un amor infinito para todos sus hijos, que éste no se acabará nunca… pero el movimiento se demuestra andando.
Ten en cuenta que cada niño, cada hijo, cada hermano es diferente, y que por lo tanto necesitarán un trato y respuestas diferenciadas. Los niños deben aprender la existencia de estas diferencias, y así comprender que ser diferente no implica ser mejor o peor que el otro.
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